Traducción: María Chaumet [revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes]. ORGANIZACIÓN POLÍTICA La dictadura del proletariado Para una gran parte del público extranjero, el régimen soviético sigue siendo ese que la prensa capitalista de todo el mundo no se cansa de pregonar: un régimen brutal de opresión, en el que el Estado mantiene a todos los individuos, mediante su famosa policía política, la O.G.P.U., con una disciplina rígida que penetra en los detalles más íntimos de la vida privada de cada uno, sin dejar más alternativa que la sumisión ciega o el simple fusilamiento. Sin embargo, la verdad es muy diferente. Sin duda, el régimen es severo, y ¿cuál revolución no lo fue? No hay que perder de vista que el régimen soviético es revolucionario y, por lo tanto, consiste en una ofensiva abierta y declarada contra fuerzas e intereses consolidados en el pasado y para los que la lucha es una cuestión de vida o muerte. En esta lucha, lógicamente, el régimen no puede actuar con menos energía que sus adversarios. Por otro lado, en la actualidad, Rusia atraviesa una transformación radical que, por su naturaleza, se opone a las tendencias, concepciones y sentimientos tan enraizados. Solo es posible una comprensión plena del régimen y sus fines en una parte reducida de la población: el proletariado. Este no sacrifica nada de lo que es propiamente suyo. Por el contrario, el éxito de la revolución depende únicamente de la libertad que se les otorgue a sus tendencias naturales. No sucede lo mismo con las demás clases. Ya no me refiero a las viejas clases dominantes (la burguesía y los grandes terratenientes), a las que ya destruyó el régimen. Dentro de la propia masa trabajadora, especialmente entre los campesinos, el régimen todavía cuenta con adversarios, si no declarados, al menos latentes y prestos en todo momento a desencadenar una ofensiva contrarrevolucionaria. Es evidente que, un régimen socialista no se condice con las tendencias y sentimientos de los campesinos sólidamente aferrados a la propiedad privada, por más pequeña que esta sea. Y de campesinos se compone, aún hoy, la gran mayoría de la población soviética. Entonces, si la revolución contó hasta hoy con la colaboración de estas camadas sociales, si no activas, al menos benevolentes (gracias a esto pudo mantenerse), no fue sin el sacrificio de aquella parte que se resistía y contra la que no había otro proceso a utilizar que la violencia. Pero, junto con estas fuerzas contrarias, que constituyen el peso muerto del régimen, existe la carga con la que toda revolución necesita contar, está su parte activa.(…) Incluso, no existe, ciertamente, otra organización que efectivice de mejor manera una participación activa de la masa de la población en la dirección política del país. No pasan desapercibidos al observador atento los síntomas de este hecho. En ningún otro sitio, los asuntos públicos ocupan en la vida de la población un lugar tan sobresaliente. Basta, para confirmar esto, con constatar el interés extraordinario e inigualable que existe por ellos en la Unión Soviética. Y esto no sería posible si los gobernantes y los gobernados fueran extremados de la forma que alegan los críticos del régimen. Mi primera impresión durante el viaje me puso este hecho frente a los ojos. Parecía, incluso que las cosas hubiesen estado preparadas a propósito para otorgarle al viajante ávido de penetrar en la vida del país un cuadro característico del régimen. Ya en el tren que me llevó de la frontera a Leningrado, el primer trecho del territorio soviético que recorrí, tuve la oportunidad de presenciar una verdadera asamblea política que sucedió en el mismo vagón en el que yo viajaba. Entre los pasajeros, mujeres incluidas –este pormenor es interesante– y empleados del tren, se estableció un debate acalorado, en el que las palabras sintomáticas –capitalismo, socialismo, sóviet, etc– que aparecían constantemente, evidenciaban claramente el contenido, incluso a quienes no conocían el idioma. Esto duró horas, y en ningún momento la discusión dejó de ser intensa. Además, claramente, no se trataba de una conversación banal. El entusiasmo de todos, el fervor con el que exponían y debatían sus ideas, demostraba no solo el interés con el que intervenían en la discusión, sino también el arsenal de convicciones sólidamente planteadas y la conciencia clara de los problemas debatidos que cada uno le aportaba a esta. En cualquier otro país, los temas de orden político le interesan con esa vivacidad a solo una parte reducida de la población. Nunca presencié, en otros lugares, hechos semejantes al relatado. En la Unión Soviética, por el contrario, estos representan un espectáculo diario para el viajante que se tome el trabajo de observar lo que pasa a su alrededor. El caso que cité podría haber sido una simple coincidencia. Al principio, no le di mayor importancia. Pero su constante repetición durante mi viaje me hizo cambiar de opinión. Los rusos son naturalmente expansivos. Si están reunidos, por más que sea de forma accidental, en cualquier lugar público, surge inevitablemente una conversación animada. Y aquellas que el azar me hizo presenciar giraron, casi sin excepción, en torno a la política. Gracias al guía que siempre me acompañaba, a veces, accedía a una traducción, y hasta llegué a participar en algunas. Pude, así, constatar que los problemas en juego eran debatidos con un conocimiento de causa que en otros países sería digno de los medios llamados cultos. Incluso cuestiones internacionales, que solo podrían afectar a la Unión Soviética muy de lejos, se discutían con vivacidad. Hasta el remoto conflicto del Chaco paraguayo fue, en una ocasión, tema en una rueda de rudos campesinos. No podía ser de otra manera. La política en la Unión Soviética es una verdadera obsesión. Los periódicos analizan a diario y minuciosamente todos los problemas políticos del momento. Reproducen con lujo de detalles las discusiones que tuvieron lugar en todos los órganos políticos más importantes del país, del gobierno y del partido comunista. Acompañan con atención los resultados prácticos que se van logrando conContinuar lendo “Capítulo 2 – URSS: UN NUEVO MUNDO [1934]”
Capítulo 2 – URSS: UN NUEVO MUNDO [1934]
