Un marxismo original en la formación del pensamiento latinoamericano contemporáneo
Por Yuri Martins Fontes
Traducción: Pablo Carrizalez Nava [revisión de la traducción: Mariana Mendonça Meyer y Yuri Martins Fontes].
Caio Prado Júnior es conocido desde hace décadas como uno de los principales pensadores brasileños y latinoamericanos. Se destaca especialmente en el campo de la teoría de la historia como fundador del moderno análisis historiográfico en Brasil, gracias a su refinada interpretación dialéctica de la cuestión nacional de su país, pero también por haber sido uno de los pioneros en la concepción de un auténtico marxismo americano –junto a Mariátegui, Julio Mella y otros precursores de la filosofía de la praxis en el continente– a inicio del siglo XX1.
Rompiendo con algunas tradiciones ilustradas de cuño positivista (reminiscencias del siglo XIX), su pensamiento se constituyó como “contemporáneo”, al entender el conocimiento como un “proceso dialéctico”en el que “teoría” y “práctica” son actividades interdependientes –que se construyen una a la otra.
Sin recurrir a esquemas simplistas, predominantes en la época y marcados por el modelo eurocéntrico, su lectura del marxismo, adaptada a la realidad brasileña, ya es por sí misma una contribución fundamental para que su obra se considere “clásica”, pues ofrece un análisis histórico-dialéctico creativo de su singular nación2. Sin embargo, Caio Prado fue más allá: no solo contribuyó con varias ciencias humanas (especialmente la historia, la geografía, la economía y la política), sino que se destacó también como filósofo, dedicando a la filosofía marxista algunas obras en las que discute la historia del conocimiento dialéctico, así como otras en las que expone su concepto fundamental de “sentido”, el sentido de la historia, del conocimiento, de la acción real (idea que surge en sus estudios historiográficos y luego se explica en algunos textos más estrictamente filosóficos).
Para el autor, la historia, así como todo el saber humano en general, son procesos cuya comprensión exige que se observen en su “totalidad, sin menospreciarse la relación dialéctica que hay entre el “todo” y sus “partes”, orgánicamente relacionadas. En su obra más famosa, Formação do Brasil Contemporâneo (1942), afirma que gracias a la observación de un largo período de tiempo, y desde diferentes ángulos del conocimiento, se puede vislumbrar, en determinado momento histórico, en medio del “enmarañado de incidentes secundarios”, los acontecimientos “esenciales” que culminan en la dirección “resultante”, el “sentido”, es decir, la “síntesis” que nos señala lo “fundamental” y lo “permanente” de la marcha de la sociedad y del saber.
En História econômica do Brasil (1945), un texto que dedicó al público extranjero, analiza la cuestión nacional y la revolución, y argumenta que “se trata pues, de apresurar el proceso de transformación y orientarlo convenientemente”, de modo a “elevar” a la sociedad a un “nuevo plano”3. Esta idea de “sentido” marca todo su pensamiento –científico y filosófico– e influye en diferentes pensadores.
La concepción de “praxis”es un punto clave del marxismo en la lectura caiopradiana –entendida por el autor como un principio filosófico central del materialismo histórico. La función del pensador contemporáneo no se reduce a revelar el sentido resultante del proceso evaluado, pero es totalmente necesario incentivar la relación entre la investigación filosófico-científica y la actividad revolucionaria.
En contraposición a la pasividad de la corriente evolucionista social de inicio del siglo XX –que entendía que el movimiento de la sociedad era como una especie de extensión de la naturaleza, independiente de la voluntad humana–, defiende que el valor del conocimiento para un marxista consiste en favorecer la posibilidad de intervención humana en la historia. Esta posición aparece en varios de sus escritos, por ejemplo, en su testamento filosófico, O que é Filosofia (1977/1981), donde afirma que al intelectual le corresponde comprometerse, desempeñar su “papel” en la “existencia humana”, ofrecer directrices para su “acción y conducta”4. A través de la crítica del conocimiento en su totalidad se puede revelar la “línea maestra” que rige a la sociedad, para luego proponer una reorientación, y lo que es fundamental, actuar para que este proceso se corrija, haciendo con que se vuelva realidad la filosofía, como propone el marxismo.
En el siglo XXI, las ideas de Caio Prado siguen siendo actuales y él es uno de los pensadores brasileños más debatidos. Sus conceptos influyeron varias áreas del saber –de la historia y la política a la filosofía–, y fue un precursor del llamado marxismo uspiano. Sus obras se tradujeron a distintas lenguas5.
Contexto histórico y pensamiento
Al inicio de la década de 1930, durante el intenso periodo de entre-guerras, la sociedad brasileña vivió una efervescencia cultural que comenzó en la década anterior, con el movimiento modernista6. La crisis capitalista, que se volvía más explícita, desafiaba el pensamiento brasileño. En este escenario, junto a Sérgio Buarque de Holanda y Gilberto Freyre, Caio Prado sobresale como uno de los precursores de las reflexiones sobre lo que caracteriza el “ser brasileño”. Su postura cognitiva rigurosa y fiel a la historia –opuesta a los esquemas preestablecidos– lo llevaría a incansables viajes de campo, en búsqueda de investigar con sus propios ojos un Brasil más profundo. El objetivo era explicar su país según una “totalidad dotada de sentido”, concepto que se volvería un marco en la historia del pensamiento brasileño7.
Como militante comunista comprometido (durante toda su vida adulta actúa en el Partido Comunista Brasileño – PCB), Caio Prado no debe ser entendido apenas como uno de los intelectuales brasileños más completos, sino, más allá de todo, como un revolucionario. Gracias a su espíritu combativo, desde muy pronto emprendió la tarea de descifrar la realidad del Brasil, abandonando su vida de origen privilegiado, para recorrer los inmensos sertones8 del país. Su propósito era encontrar una respuesta a los problemas que veía tan nítidos: la miseria y el atraso que persistían arraigados en una nación riquísima en recursos, pero que se desarrollaba de modo lento, irregular y siempre miraba al exterior, sin conocerse a sí misma.
Octávio Ianni afirmó que el profundo análisis de la cuestión nacional llevado a cabo por Caio Prado, le concedió el reconocimiento de “fundador” de la interpretación dialéctica en Brasil. A través de su compromiso político y sus trabajos de campo, que le permitieron aproximarse al pueblo –en expediciones en las que “redescubrió el pasado” de la nació–, repensaría su presente, abriendo así perspectivas a sus “tendencias futuras”. Debido a su originalidad, el intelectual y revolucionario instauraría toda una “corriente” no solo en la historiografía, sino también en el “pensamiento brasileño”, de gran relevancia para el conjunto de las ciencias sociales y para la historia de las ideas filosóficas. Ianni señala que también en el campo de las artes existen “ecos” de su importante interpretación marxista: Nelson Werneck Sodré, Francisco Iglésias, Antonio Candido y Florestan Fernandes son algunos de los grandes nombres marcados por su pensamiento.
Caio Prado fue un pionero porque elaboró un análisis que confrontaba los factores económicos, sociales, políticos y culturales –rompiendo con los compartimentos científicos modernos, que hasta hoy entorpecen el desarrollo del conocimiento. Intentó relacionar el todo con las partes, el sentido general resultante con las particularidades del proceso, según una perspectiva contemporánea que recién empezaba a pensarse (tanto en el ámbito del marxismo, como en el de la nueva historiografía de los Annales). Aun prematuro, ese modo totalizante de pensar la historia vendría a difundirse después de la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1950, tornándose una característica fundamental de los historiadores franceses y de los marxistas británicos.
Pensador que sacudió los sentidos de la intelectualidad nacional, Caio Prado llegaría a ser reconocido en el circuito extranjero, tanto en América Latina (con la publicación de libros en México y Argentina), como en el auto centrado panorama académico europeo, especialmente en Francia, donde en 1948 Fernand Braudel escribió un artículo “Au Brésil: deux livres de Caio Prado”. Es importante observar que el autor brasileño tuvo un contacto precoz con las transformaciones del pensamiento francés, no solo por su relación con la delegación francesa que participó en la fundación de la Universidad de San Pablo (USP) en 1934, sino también gracias a su estadía en París, en 1937, cuando concurrió a algunas clases en la Sorbona de Georges Lefebvre (como cuenta el autor en su cuaderno de notas “Revolução Francesa”). Braudel, debido al protagonismo francés en la fundación de la USP, tuvo la oportunidad de conocer desde muy pronto el desarrollo historiográfico brasileño. En este texto publicado en la revista de los Annales llama la atención del público francohablante sobre lo que considera que es la “mejor historia económica disponible sobre Brasil”. El francés describió a su colega paulista como un “historiador nato”, observador acostumbrado a “verificar las fuentes”, a discutir el “encadenamiento de los hechos”, y en especial, algo que aprecian mucho los Annales: atento a la “vida múltiple de los hombres”.
El marxista brasileño efectivamente se dedicó a la práctica erudita interdisciplinar con profundidad. “La historia económica no es para Caio Prado un campo cerrado” –afirma Braudel– “sino una historia cohesionada, mezclada a los acontecimientos y, en especial, a la vida política y a la evolución social”. Sin embargo, aunque reconozca la importancia de la “fuerte y eficaz” dialéctica materialista aplicada a la historia, ya que gracias a ella “todo el manto de la historia fue iluminado”, el profesor francés realiza una crítica a Caio Prado por su explícita implicación ideológica –defendiendo así un supuesto conocimiento abstracto, idealmente más discreto y objetivo. Pese a ello, al final admite que no hay historia sin “puesto de observación”.
Braudel expresó también que sus afinidades teóricas con el historiador brasileño van más allá, y tienen un aspecto que es fundamental en el campo marxista: la atención al “conjunto del paisaje histórico”, es decir, la percepción de la historia del país como una evolución “lentamente preparada”, la consideración de un tiempo prolongado que permite evaluar las permanencias, al contrario de la pobre historia de héroes y de fechas. Aquí, no obstante, Braudel considera que existe una omisión en la obra caiopradiana: no le prestó la debida atención a la “historia del Atlántico Sur” –el océano, que es un medio de conexión con el mundo. Sin embargo, luego atenúa su crítica, porque comprende que esto se debió a la intención de Caio Prado de fortalecer el análisis de la economía propiamente brasileña en oposición a la economía “inhumana” imperialista9.
La escuela de historiografía francesa, en consonancia con el marxismo, considera que la interdisciplinariedad –el uso de varias herramientas que la ciencia contemporánea pone al alcance del investigador– es el camino para alcanzar una concepción de la realidad en su máxima plenitud. Caio Prado, en su incansable búsqueda por esta perspectiva plural, investigó desde distintos ángulos del saber, y en este intento de totalización, como científico de las ciencias humanas, llegó al campo de la filosofía.
Como ya se mencionó, Caio comenzó su formación en humanidades con algunas actividades prácticas –como los estudios de campo y la militancia política– que fueron experiencias de vida que más tarde le permitieron dedicarse a la construcción de su discurso científico. De igual forma, su inmersión en la filosofía (sistematizada a partir de la década de 1950) no fue diletante, sino anclada en la historia, una trayectoria intelectual que parte de la observación de la realidad, con la que construye su teoría aplicada, para luego orientarse a la investigación de la teoría abstracta o filosófica. En aquella época, esto tomó la dirección contraria de lo que Perry Anderson consideró como “marxismo occidental”, es decir, un desarrollo teórico de la dialéctica marxista, sin la práctica revolucionaria10.
Por lo tanto, al discutir estos temas filosóficos, el objetivo de Caio Prado no era puramente teórico (incluso, criticó de forma severa los idealismos que veía como individualismos), sino que correspondió sobre todo a una actitud transformadora. Con el fin de defender e intentar poner en práctica sus concepciones científicas y políticas anteriores, intentará mostrar dialécticamente la verdad de estas ideas, ratificándolas de modo más vigoroso por medio de conceptos filosóficos.
A partir de sus reflexiones filosóficas, pretende refinar sus análisis históricos, y luego elaborar las directrices políticas y económicas nacionales más precisas, para actuar concretamente sobre la realidad, en especial a través de la masificación de la concientización popular. La realidad, una vez modificada –como él acentúa–, actuará sobre aquel conocimiento primero, en un incesante proceso dialéctico.
Aquí se plantea la cuestión de la praxis, que es el núcleo de la filosofía caiopradiana, a través de la que se trata de acelerar el proceso revolucionario, abriendo así la perspectiva para que los hombres, emancipados, puedan desarrollar sus potencias. Según su entendimiento, cabe a un marxista la superación del mero debate teórico, ya que el asunto filosófico urgente es la realización de la filosofía. En otras palabras, el filosofar es un todo que solo adquiere plenitud a través de la acción práctica, es decir, al hacer realidad el sentido propuesto por la teoría.
Leandro Konder señala que esto es el “gran desafío” del materialismo dialéctico –a saber, la acción de la “subjetividad” en el proceso “objetivo” y “ontológico” de la revolución. Según él, Caio Prado supo “ir más allá”, considerando atentamente la relación entre la “fuerza transformadora” (y “autotransformadora”) del sujeto y la “fuerza inherente” al “movimiento” (o a la “inercia”) del objeto11.
Este tema está presente, desde luego, en diversos momentos de la obra del marxista brasileño, comenzando por las críticas que elaboró a la pasividad de la socialdemocracia de la Europa Occidental (URSS: um novo mundo, 1934). Recorrió todo su pensamiento hasta culminar en el embate que emprende contra el estructuralismo (O estruturalismo de Lévi-Strauss, o marxismo de Althusser, 1971) –teoría que se puso de moda en la segunda mitad del siglo XX. Además de estos libros publicados, también trata el tema de la praxis en varios manuscritos aún inéditos, entre los que vale la pena citar su cuaderno “Desenvolvimento da inteligência”, donde afirma:
El conocimiento existe en función de la acción, es decir, mira a la acción. Una de sus características esenciales –sino la esencial– es permitirle al individuo agente “reconocerse” en el seno de la realidad, saber con qué está lidiando.12
La idea de Caio Prado es la de que el intelectual comunista tiene como requisito fundamental la acción que promueva la causa revolucionaria, posición que niega el estatus de marxista a quien separe la obra teórica de la práctica militante. Esta reflexión queda explicita en su carta a Evaldo da Silva Garcia (1946), “compañero” que le pidió ayuda para “quién pueda escribir”:
Escribir para un comunista, no es destacarse por la belleza. No es buscar elogios(…). Es contribuir para la formación y divulgación de la teoría revolucionaria, del marxismo. Unos lo harán mejor, otros peor. Pero todos contribuirán con alguna cosa. Y es eso lo que importa13.
En esa misma correspondencia, resalta el valor primordial que ve en la acción revolucionaria, y manifiesta su decepción con las interpretaciones superficiales mecanicistas que predominaban en el marxismo, críticas que se hicieron públicas en sus polémicas políticas de A Revolução Brasileira (1966) y de A questão agrária no Brasil (1979), así como en sus escritos filosóficos.
Además de la defensa de la praxis, otro aspecto a destacar en la filosofía caiopradiana es que se sitúa entre las primeras que se propusieron profundizar sobre la lógica que rige la metodología dialéctica marxista, tema hasta entonces poco trabajado (en especial fuera de Europa) y normalmente exhibido sólo de forma práctica en interpretaciones que se guiaban por el materialismo histórico. Este pensador, centrado inicialmente en la teoría marxista del conocimiento, en Dialética do conhecimento (1952) y en Notas introdutórias à lógica dialética (1959) describe de forma detallada la evolución dialéctica de los saberes, desde el inicio de la metafísica, a la contemporaneidad, explicando y analizando los conflictos y las transformaciones.
Su intención no es demostrar solo la validez de la “lógica dialéctica” en la construcción del pensamiento científico y filosófico, sino también mostrar la dialéctica presente en los diversos aspectos de la realidad, y por lo tanto, de la vida. En esta rica defensa del marxismo, Caio Prado examina a fondo la dialéctica del curso evolutivo del conocimiento, desde los griegos antiguos, hasta Marx, Engels, e incluso Einstein. A partir de ahí anticipa algunos descubrimientos en las relaciones dialécticas que ocurren en la naturaleza, observándolas, entre tantos ejemplos, en la psicología cognitiva de Piaget, así como en las novedosas revelaciones de la fisiología y especialmente de la física moderna, con su noción de dualidad onda-partícula que rompe paradigmas y se constituye en una gran revolución científica (ruptura que además sucede de forma dialéctica)14.
Debido a las controversias generadas por su incursión teórica, es preciso señalar que, de acuerdo con el sentido anti positivista que recorre toda la obra de Caio Prado –y también su visión imperativa de la praxis–, su intención al abordar la dialéctica presente en la naturaleza no se relaciona con los errores que él mismo ha criticado varias veces, de querer someter la historia a la naturaleza. En un ensayo sobre la filosofía de Caio Prado y su “dialéctica del sentido”, Jorge Grespan destaca que el pensador fue el “único” marxista de su generación que se aventuró a investigar la dialéctica, tema supuestamente ya “resuelto” por los fundadores europeos. Y más importante, al seguir el sentido contrario de la tendencia que intentaba naturalizar la historia, él realiza justamente lo opuesto: su perspectiva historiza la naturaleza15.
Por otro lado, es importante señalar que su teoría filosófica marxista, al reivindicar una dialéctica totalizante, no se reduce a la esfera de la lógica o de la teoría del conocimiento, sino que resalta y forja en todo momento sus fines ontológicos de transformación histórica. Sin embargo, observamos que el término ontología se usa aquí, en este contexto, en su acepción materialista contemporánea (aunque Caio lo comprende en su designación antigua, como metafísica, y por lo tanto lo valora negativamente)16.
En el ámbito de la ontología materialista, además de destacar la praxis como fundamento del marxismo, el enfoque del autor se encaminó a temas como la libertad y la realización humana; sus indagaciones se dirigen a la aprehensión del “sentido” del ser social, a partir de una concepción total del hombre que considere diversas esferas de la existencia.
En su denso y último libro sobre el tema, O que é filosofía, trata sobre la cuestión del “Ser”, su plenitud, emancipación, así como el “sentido” de su desarrollo dialéctico totalizante, en un texto en el que dialoga con el artículo homónimo de Heidegger que, entre otros “idealismos”, también critica. Con fundamento en la praxis, su intención es demostrar que el objeto del saber filosófico –al contrario del saber científico– es el “conocimiento del conocimiento”, es decir, la crítica amplia que debe abarcar a la totalidad de las ciencias, para evidenciar el sentido general de la historia y de los saberes, ajustándolos, y así reorientar el rumbo de la sociedad.
Afirma que el examen del “hecho del conocimiento” se extiende a la consideración de la “función” que desempeña en la existencia humana, es decir, la “determinación” y la “orientación” de la acción sobre la historia. Además, su discusión también señala otro punto esencial del marxismo: la dialéctica libertad-necesidad, o el tema de la libertad colectiva, condición necesaria para la plena realización humana. El hombre, “privado de libertad” y de capacidad de “libre elección”, “deja de ser un verdadero Hombre” – afirma, concluyendo que la noción de “responsabilidad” implica la de “libertad”. Según él, la “libertad individual” no se propone como una “premisa” –“como en la democracia burguesa”–, sino como la “conclusión”, en la medida en que la “libertad” quiere decir la “facultad” y “oportunidad” del individuo de “realizarse”, es decir, de “dar rienda suelta a sus potencias”.
Estas concepciones filosóficas se muestran implícitas en gran parte de sus escritos. Además, se encuentran especialmente profundizadas en la obra citada de 1981, O mundo do socialismo, de 1962 (en parte reeditada como O que é liberdade), y en los ensayos de 1971 sobre Lévi-Strauss y Althusser, en los que el pensador sostiene que el marxismo es un “salto dialéctico cualitativo” en desarrollo que proporciona la transición de la “sociedad de clases” a la “verdadera libertad”, es decir, la “fraternidad que transformará la competencia y la lucha entre los hombres en solidaridad y amor”17. En síntesis, el objetivo último de su filosofía es la construcción de una nueva sociedad y de un nuevo Hombre.
A pesar de lo que afirmaron algunos críticos, que probablemente ni siquiera hayan leído su obra filosófica con cuidado (historiadores o sociólogos que al que parece no entendían tanto sobre filosofía), Caio Prado investigó el tema filosófico en profundidad y merecería ser más estudiado en este punto. Sin embargo, el eurocentrismo, que aun afecta todo el pensamiento en América, en especial influye negativamente en nuestras escuelas de filosofía.
Así como radicalizó el marxismo del PCB, cuya atención se centraba en la cuestión práctica de la política nacional, Caio Prado también fue un precursor del marxismo uspiano (desarrollado en la USP), una tendencia más teórica que se ocupó principalmente de entender las particularidades de la realidad brasileña, y a la que el filósofo Paulo Arantes, parafraseando a Caio, consideró un “capítulo brasileño del marxismo occidental”. Sus posturas autónomas y polémicas, más evidentes a partir de la década de 1960, cuando debatió con algunos autores identificados con esta o aquella orientación política e intelectual, al final promovieron un encuentro entre ambas escuelas marxistas –pecebista y uspiana, que fueron las más influyentes en Brasil. En este sentido, el historiador de filosofía y profesor de la USP, João Cruz Costa, afirmó que Caio Prado es el “más autorizado representante” de la filosofía marxista en el país (en su artículo “A história da filosofia no Brasil”, 1964)18.
De hecho, además de la conocida influencia de sus ideas en los campos de la política y de la historiografía, sus conceptos filosóficos –sobre todo los de la dialéctica del sentido (como guía de la historia)– se propagarían en el pensamiento brasileño. Por ejemplo, dentro de los círculos filosóficos de la USP, en el pasaje del siglo XX al XXI, se puede mencionar a João Zanetic y Marilena Chaui.
El físico y profesor de filosofía de la ciencia, en Evolução dos conceitos da física, cuando analiza el “nuevo espíritu científico”, defiende el “papel de la dialéctica en el desarrollo científico”, oponiéndose a la tendencia positivista que, “de forma general”, resume el método científico a la observación de los hechos empíricos. Se apoya en un concepto de la Dialética do conhecimento de Caio –“un abordaje que cuenta con el materialismo dialéctico como referencial teórico” –, y cita esta obra (entre otras) para afirmar que la evolución de la ciencia no busca un conocimiento “verdadero”, en el sentido definitivo, sino que, de acuerdo con el “filosofo Caio Prado Júnior, [son] momentos distintos de evolución del conocimiento”. De modo que en su “proceso evolutivo”, “lo máximo” que se puede afirmar es que las teorías científicas de hoy se encuentran “más próximas de la Realidad objetiva”.
Por otro lado, la filósofa y profesora de historia de la filosofía –para quien el “descubrimiento” de la historia brasileña a través de la obra caiopradiana fue una “verdadera revolución” en su formación– demuestra afinidades con el autor en algunas reflexiones sobre el significado del filosofar. “La filosofía no es una ciencia” –señala Chaui– “es una reflexión crítica sobre los procedimientos y conceptos científicos”, “una interrogación sobre el sentido y el valor del conocimiento y de la acción, una actitud crítica con relación a lo que recibimos de forma inmediata en nuestra vida cotidiana, un trabajo del pensamiento para pensarse a sí mismo y de la acción para comprenderse a sí misma”. Entonces, Marilena Chaui resume su idea en algunas palabras que podrían ser de Caio Prado: filosofía es “conocimiento del conocimiento y de la acción humanos”19.
Entre las principales áreas de interés de Caio Prado, junto a sus obras político-historiográficas y filosóficas, se destacan también la economía e incluso la psicología. En un esfuerzo por investigar el todo que compone lo real, sobre la economía escribió Esboço dos fundamentos da teoria econômica (1957) e História e desenvolvimento (1968), así como muchos otros ensayos. A la psicología, una joven disciplina hasta entonces, casi ausente del debate marxista, dedicó varios párrafos y capítulos que integran sus debates sobre filosofía y permean su historiografía, de los que se puede citar los manuscritos “Psicologia Coletiva” y “Desenvolvimento da Inteligência”20. De esta nueva ciencia, el autor incorporaría los recientes descubrimientos sobre el progreso cognitivo, que reforzaron la comprobación de la dialéctica, presente también a nivel psíquico. Como se observa, Caio Prado entiende la comprensión del hombre y de su sociedad como una tarea muy compleja, lo que demanda usar la totalidad de aportes del conocimiento contemporáneo.
Como se puede observar, él mismo, un erudito obstinado, se ha dedicado al estudio de diversas disciplinas, desde las ciencias humanas, a la filosofía de la praxis, incursionando también en las ciencias naturales, la matemática y la física21. Y a pesar de este intento que hacemos de dividir su trabajo en especialidades (historia, filosofía, etc.), debemos tener claro que son solo “categorías” – compartimentos, que según la lógica “totalizante” de su pensamiento (así como el de Marx), no tiene otro sentido que el didáctico-expositivo.
Aunque Caio Prado se haya concentrado principalmente en la comprensión materialista del mundo, de modo a evaluar su sentido objetivo desde otra perspectiva, es notable la sensibilidad que se percibe en sus escritos –en los que el análisis político-económico es frecuente, confrontado con asuntos sobre la cultura y los sentimientos. Este prisma psíquico-cultural aparece, por ejemplo, cuando aborda temas como la “tristeza” o el “amor” –siempre en relación con su análisis historiográfico material–, como en el capítulo “Vida social e política” de Formação do Brasil Contemporâneo (1942), donde afirma que en la “esfera propiamente humana del amor”, el “acto sexual” implica un “todo complejo de emociones y sentimientos” que es capaz de hacer pasar a “un segundo plano aquel acto que al final le dio origen”. Su conclusión es que –en contraposición al mito de la democracia racial brasileña de Gilberto Freyre–, en el Brasil colonia, este “milagro”, el “amor de la senzala no ha realizado y no podía realizar”22.
También es interesante leer en su dispersa producción juvenil algunos escritos literarios, en los que incluso al tratar un tema como el “amor”, no ignoró la realidad cruda, como se puede apreciar en este verso (proverbio originalmente citado en francés):
quand la pauvreté entre
par la porte, l’amour
s’envoie par la fenêtre23
Período de formación
Caio da Silva Prado Júnior nació en 1907, en la ciudad de San Pablo, hijo de una familia rica de cafetaleros e industriales. Creció estudiando con profesores particulares y se educó en buenas escuelas, incluso pasó un año en un colegio en Inglaterra. Desde pequeño se interesó por las áreas humanas. En 1922 visitó la Semana de Arte Moderna y en 1924 ingresó a la Facultad de Derecho de San Pablo –la Facultad de Filosofía aún no se había creado–, en la que se gradúa en 1928.
Debido a la precariedad de la institución universitaria brasileña de la época, su origen de clase se convirtió en un factor clave que le permitió una “refinada” y “sólida” formación intelectual –como observa el profesor Fernando Novais–, y pudo escapar de los esquematismos que tantas veces “zozobran” a los intelectuales marxistas. Para Caio, el marxismo no representó un descubrimiento natural de la radicalización de un intelectual de clase media, sino que fue una verdadera “ruptura con las raíces”, cuyo resultado sería su firme compromiso como “intelectual orgánico” del mundo del trabajo24.
En esta época anterior a la Revolución de 1930 (que lideró Getúlio Vargas), las oligarquías regionales dominaban la política brasileña, y no existían partidos de dimensión nacional. En San Pablo, el Partido Republicano Paulista (PRP) dominaba la escena, con un poder que resonaba a nivel nacional. Sin embargo, la oposición al clientelismo de este partido se fortalecía –clases medias y también algunas disidencias oligárquicas–, en especial a partir de 1922, con el Movimiento Tenentista25.
La pauta progresista de la época se concentraba en promover un Estado nacional fuerte que representara un contrapeso a la supremacía de las élites paulistas. En 1926 se funda el Partido Democrático (PD), con la bandera de “renovación de las costumbres políticas brasileñas” que, no obstante, tenía como líderes a los hacendados paulistas, que más tarde se opondrían a abandonar su poder y los privilegios que tenían en los asuntos públicos. Un año después, el aun joven Caio Prado escribiría un artículo “A crise da democracia brasileira”, en el que ya esbozaba un primer análisis sobre las clases de la sociedad brasileña, a las que separó en: políticos (de cultura insignificante y sin principios), adinerados (hacendados e industriales avaros que desprecian los “intereses del país”), y por fin la masa del pueblo (miserables y sin estudio).
En este panorama político restringido sucedió su primera experiencia partidaria: Caio Prado se afilia al PD en 1928 en el que desempeñaría una actuación intensa en un corto tiempo. Era apenas el comienzo de lo que sería toda una vida de participación política. Como militante comprometido, impulsa la idea que el partido penetre los barrios de la capital y del interior, por medio de distintas tareas de organización partidaria y comicios para convocar a los correligionarios. El objetivo del PD era promover la Campaña Liberal, apoyando la candidatura de Vargas contra el oficialista Júlio Prestes (a quien apoyaba Washington Luís, el presidente que terminaba su mandato).
En este contexto acalorado, un arrebato verbal llevaría al joven Caio a la prisión –la primera detención de varias–, al gritar un saludo a Vargas en plena ceremonia de la candidatura de su oponente, J. Prestes. En un proceso fraudulento, se elige al candidato oficial de la decadente élite paulista, pero las fuerzas opositoras –especialmente algunas facciones de la “periférica” oligarquía gaucha y los tenientes – se alían y ganan adeptos26.
Caio Prado actuaría así en acciones conspirativas, promoviendo la comunicación entre los líderes subversivos, estimulando a los miembros vacilantes, y participando en la logística de una operación de sabotaje de la autopista Río de Janeiro-San Pablo, a fin de impedirle al gobierno ilegítimo de defenderse del avance de las tropas revolucionarias que marchaban desde el sur del país27. Con la victoria de los rebeldes y Getúlio en el poder, quedaron expuestas las dimensiones y la ausencia de un programa del PD. Caio Prado descubre rápidamente esta desorientación, y se decepciona con las limitaciones de su facción burguesa “radical” para enfrentar a las oligarquías. Trascendería así las “resistencias psicológicas” y vencería las “barreras sociales” en un movimiento sin retorno, un momento de inflexión en el que, según Florestan Fernandes, el pensador rompe con todas las “concepciones”, “valores” y “sus propias raíces” de clase – radicalizándose.
En 1931 ingresa al Partido Comunista de Brasil (antiguo nombre del PCB, Partido Comunista Brasileño), fuerza política sin base numerosa, pero que cuenta con un programa consistente que analizaba concretamente la raíz del problema nacional. Como miembro activo, Caio Prado se dedicó a la organización de los trabajadores, y participó en las organizaciones de base. Este contacto directo con el pueblo le ofreció una nueva perspectiva sobre la vida, y así vivió una “extraordinaria aventura humana”28.
Durante toda la vida militó y fue fiel a su partido. Orgánicamente perteneció a la agrupación que lideraba la lucha internacional por la causa que –más allá de la ética– entendía como la propia razón de ser del hombre contemporáneo. Ser comunista tenía entonces un significado intrínsecamente relacionado con la militancia partidaria internacionalista, y equivocarse con su partido era más importante que acertar solo. Se trataba de un sentimiento de entrega, una decisión existencial, que Pablo Neruda describió poéticamente como ese pertenecer que hace del militante una persona “indestructible”, agregándole “la fuerza de todos los que viven”: “porque contigo [mi Partido], no termino en mí mismo”29.
Praxis político-filosófica
En el perturbado comienzo de la década de 1930, la sociedad brasileña, hundida en la crisis económica mundial y buscando una nueva ideología que reflejase los nuevos tiempos, se dividió radicalmente en dos movimientos opuestos: socialista e integralista (de inspiración fascista).
En este contexto, el Estado de San Pablo continuaba en el centro del debate político nacional, en una disputa que culminaría en el golpe “Constitucionalista” de 1932 (mal llamado “revolución” por algunos ideólogos). Fue una acción que promovieron las antiguas oligarquías locales con el objetivo de restablecer el orden anterior y detener las reformas. Como comunista recién afiliado, Caio Prado se opondría a este movimiento golpista (que atrajo incluso a algunos artistas de la vanguardia modernista). Debido a esta situación, tuvo que refugiarse en el interior paulista. Ese mismo año, comienza a militar en el Socorro Rojo y en la Cooperativa Internacional de los Trabajadores. Además participa en la fundación del Club de los Artistas Modernos (CAM),que abrigó a los miembros más politizados de la élite cultural modernista, en oposición a la elitizada Sociedad Pro Arte Moderna (SPAM).
En 1933, Caio visita la Unión Soviética, y a su regreso pronuncia una famosa conferencia en el CAM, donde el “público” se agolpó “a más de 150 metros por la calle”30. Tal vez, este momento haya representado su primera actuación significativa como formador de opinión (o publicista revolucionario), actividad que, durante toda la vida, consideró como una tarea comunista primordial. También en este año, escribe Evolução política do Brasil, su pionera y gran obra, considerada como el primer análisis con profundidad filosófica de la realidad nacional, –no es solo un “ensayo”, según Konder (1989), sino un “marco” de la “historia del marxismo en Brasil”.
Antes de él, pocos autores habían intentado elaborar una crítica de la sociedad brasileña a partir del marxismo, y los que lo hicieron habían tropezado con modelos rígidos que no les permitieron refinar sus interpretaciones. Es el caso de Octávio Brandão y Antonio dos Santos Figueiredo, pensadores materialistas que debutaron al intentar un análisis marxista brasileño. Brandão, “intelectual oficial” del Partido Comunista, cuyo libro Agrarismo e industrialismo llegó a ser la línea del PCB a fin de los años 1920, no pudo alcanzar un entendimiento materialista dialéctico. Creía que las “fuerzas externas” podrían desencadenar un conflicto entre el imperialismo inglés y el estadounidense, abriendo así las puertas a la revolución brasileña, lo que dejó en evidencia un materialismo esquemático en el que las condiciones objetivas se imponen a las subjetivas, y el sujeto es una simple “marioneta” de la historia. Caio Prado, en su interpretación, no cree en las “fuerzas externas” de Brandão, sino que reconoce que la objetividad y la subjetividad están mutuamente imbricadas. Su análisis no mecanicista y creativo inaugura así en Brasil un materialismo efectivamente dialéctico, de dimensión plena, como filosofía de la praxis.
Según Francisco Iglésias, el marxismo sería “sistemática y superiormente aplicado” en Brasil gracias a la producción historiográfica caiopradiana. Por ser un marxista que “leyó mucho” al “autor de El Capital”, el pensador brasileño absorbió “inteligentemente” su “sentido más profundo”31. Este es el caso de la perspectiva original que le ofrece al lector al inicio de Evolução: la de “línea maestra”, “sentido” que resulta de la interacción de la totalidad de fuerzas que componen la historia:
Nuestros historiadores, preocupados únicamente por la superficie de los acontecimientos –expediciones sertanistas, entradas y banderas; substituciones de gobiernos y gobernantes; invasiones o guerras – olvidaron, casi por completo, lo que sucede en el interior de nuestra historia, de lo que esos acontecimientos no son sino un reflejo exterior.32
Complementa la idea, citando al historiador Max Beer, autor de História geral do socialismo: “desde hace mucho existe la necesidad de una historia que no sea aquella que glorifica a las clases dirigentes”. Y es esto, por lo tanto, lo que Caio Prado elaborará: una historia que enfatice la idea de revolución y las luchas del período de regencia, resaltando lo histórico de las “poco comprendidas” revoluciones populares “de la Menoridade” (1831-1840) – la Cabanada del Pará (1833-1836), la Balaiada del Maranhão (1838-1841) y la Revuelta Praieira en Pernambuco (1848) –, situándolas en la historia brasileña, ya que hasta entonces habían estado ausentes, y presentándolas “no como hechos ocasionales y aislados”, sino como el “fruto del desarrollo histórico de la revolución de la independencia”.
En 1934, publica su segundo libro, URSS: um novo mundo, como resultado de la popularidad de sus mencionadas conferencias de 1932. Es una mezcla de crónicas de viajes y análisis políticos y económicos e incluso culturales de la Revolución Bolchevique, cuyo proceso constructivo-argumentativo remite sin duda a su libro anterior. Esta publicación, que la policía secuestró, le proporcionó al escritor un reconocimiento inicial en los medios comunistas, mayor del que obtuvo con su sofisticado análisis de Evolução. En la obra, se lanza contra el “pomposo” discurso pacifista y vacío de la social-democracia parlamentaria, y defiende la ética de la insurrección revolucionaria violenta, la única que concretó el lema de la “igualdad entre los hombres”, que hasta entonces solo habían apoyado las banderas democrático-burguesas.
Considerándose la calidad de esta obra, tal vez haya sido su explícito tono subversivo la razón por la que sufriría cierto olvido de la crítica –hecho motivado por la coyuntura política que a partir de aquellos años, se volvió cada vez más complicada para los comunistas. A mediados de la década de 1930, con la consolidación de Vargas en el poder, la inicial afirmación política pecebista (del PCB) daría lugar a un retroceso, y la correlación de fuerzas se tornaría cada vez más desfavorable a los revolucionarios en el escenario brasileño, aunque este partido hubiera surgido como fuerza importante en aquella fase histórica, como núcleo de la Alianza Nacional Libertadora (ANL) en su enfrentamiento al ascenso del integralismo.
A partir de entonces, el autor evita discutir si la revolución debería o no ser armada o violenta, y comienza a afirmar que antes de saber la “forma” como será la revolución, se debe convocar masivamente a las consciencias que la llevarán a cabo.
En 1934 se fundó la Universidad de San Pablo, un acontecimiento que revolucionó el escenario intelectual de toda la nación. En esta progresista institución, Caio Prado estableció contacto con los intelectuales de la delegación francesa, como Lévi-Strauss y Fernand Braudel. Concurre a los cursos de filosofía de Jean Maugüé (donde estudia pensadores como Hegel, Marx y Freud), y de geografía, ofrecido por Pierre Deffontaines. Este profesor –con quien fundaría una de las primeras instituciones científicas de alcance nacional, la Asociación de los Geógrafos Brasileños– tuvo, de acuerdo con Caio, facilidad para cautivar a sus alumnos por su postura crítica al intelectualismo libresco. A partir de este contacto, el autor desarrollaría un método para sus “trabajos de campo”, algo que antes, en sus numerosos viajes de juventud, realizaba intuitivamente.
Según cuenta Antonio Candido, al acompañar al profesor francés en algunos paseos por los alrededores de San Pablo, el estudiante descubrió su método para observar la tierra. Además, uno de los aspectos de las investigaciones de Engels y Marx que más impresionaron a Caio era que ambos, a través de sus andanzas, habían observado directamente al mundo, estableciendo un contacto íntimo con la condición real de la vida del pueblo. De ahí surge también su interés por las crónicas de viajes de los viajantes europeos y brasileños que exploraban los recónditos rincones del Brasil, especialmente en los siglos XVIII y XIX.
Aziz Ab’Sáber, al analizar este aspecto geográfico del pensamiento del autor, va más lejos, y señala justamente ahí su “gran originalidad”. Como observa el geógrafo, muchos de sus “contemporáneos” redujeron sus visiones históricas del país (como es el caso de Celso Furtado con su “dualismo espacial” Nordeste-Sudeste, que se restringe a la economía). Caio Prado adquirió una “vivencia más madura” sobre las “cosas brasileñas” –“de la Amazonia al Nordeste y Rio Grande del Sur”–, sensible a nuestras diferencias regionales climáticas, morfológicas, agrícolas de población, conocedor “del espacio y del tiempo”, de los “ritmos entre historias largas e historias cortas”33.
Es realmente notable que ya en los años de 1940, el marxista brasileño mostrara una perspectiva ecológica, al señalar que los procesos “bárbaros” y “destructivos” de la agricultura colonial promovían sistemáticamente el “agotamiento del suelo”, con el consiguiente avance de la frontera agrícola en detrimento de la “vegetación nativa” que desaparecía “rápidamente”. Esta idea se relaciona con los análisis de Marx, que en El Capital advertía que la producción capitalista “perturba” el “metabolismo entre el hombre y la tierra”34.
Desde muy joven demostró interés por la formación de opinión, y una vez afiliado al PCB, Caio Prado comenzó a desempeñarse como editor, consagrándose posteriormente en la Editora Brasiliense. Al inicio edita el efímero periódico A Luta, luego traduce y publica –con el fin didáctico de popularizar el marxismo– la obra Teoria do materialismo dialético (Bukharin). Para financiar la gráfica clandestina utilizó el patrimonio familiar. Además del dinero de su familia, intercedía junto a sus contactos –amistades progresistas de quienes varias veces recibió recursos– para sostener algunos emprendimientos similares, cuyo objetivo general era apoyar al Partido.
A pesar de su devoción partidaria, no evitaba alguna polémica que considerara necesaria. Como amante del conocimiento, mantuvo durante toda la vida su postura crítica de pensador independiente. Por este motivo, cuando comenzó con sus actividades pecebistas, lo acusaron por haber fundado un periódico “pequeño burgués” y por relacionarse con “elementos trotskistas”. Se defiende en una carta de 1932 al Comité Regional (de San Pablo) del PCB. En primer lugar, afirma su intención de denunciar a través del periódico a la “demagogía de los llamados ‘tenientes’”, algo que victimizaba a la clase obrera, y cita como ejemplo el “Radical”, un órgano carioca de los tenientes que era lectura “oficial” de muchos sindicatos. Los delatores del Comité consideraron que la idea del periódico era un desvío táctico –al que él argumenta que su línea editorial seria “nítidamente marxista-leninista”, y si por algún motivo esto no fuera posible “debido a la represión policial”, como ya le habían advertido, entonces “no seguiría interesado” por el proyecto. Y luego valoriza la acción revolucionaria como inseparable de la teoría marxista, y señala:
Pero la obligación de todo el mundo es intentar, y no cruzar los brazos y declarar de antemano que actuar es inútil o imposible. Deben ser aprovechadas todas las posibilidades legales, los “intersticios de la legalidad” como decía Lenin, que siempre existen, en mayor o menor proporción. Pero para saber cuáles son estas posibilidades, es necesario poner manos a la obra, y aprender con la experiencia, y no querer simplemente adivinar. Es lo que pretendía hacer. Para animarme, ahí estaba el ejemplo de la “Pravda”, que en un régimen mucho más opresivo que el nuestro, circuló regularmente de 1912 a 1914, en plena Rusia zarista y autocrática.
También explica, contra el argumento de que ya existía el periódico “Classe Operária”, que su idea era formadora de conciencia popular, ya este era “un periódico de vanguardia, y no un periódico de masas”. En el mismo sentido, considera limitada la opinión del Comité, que había considerado que su proyecto de organizar cursos de difusión del marxismo era una acción “contra revolucionaria”, principalmente en un medio en el que el marxismo “todavía era prácticamente desconocido”. Al respecto, ironiza: “¿Entonces se juzgan los camaradas del Comité, así como hacían los antiguos sacerdotes egipcios, como los únicos iniciados en la ciencia, y por lo tanto, los únicos capaces de entender el marxismo?”. Finalmente, Caio niega cualquier relación o pedido de colaboración a los trotskistas (aunque vale la pena comentar que él fue un gran crítico del sectarismo), declara que la acusación era falsa y explica que quien se ocupó del periódico fue un grupo reducido de simpatizantes, ninguno de ellos “trotskista, ni nada parecido”35.
Si bien es cierto que la autonomía característica del marxismo de Caio Prado enfrentó una serie de divergencias con la dirección del PCB, no se debe exacerbarlas. Aun en la época llamada “obrerista”, en la que la exaltación partidaria de los obreros produjo prejuicios anti intelectuales, el comunista, recién afiliado, en 1935 se convierte en un representante del Partido en la ANL, y desempeña el cargo de vicepresidente. En 1945, disputa un cargo de diputado federal, pero no entra. En 1947, fue electo diputado provincial. Paralelamente, lideró el periódico A Platea – donde publicaría diversos artículos sobre el programa “anti imperialista” de la Aliança, y entra en conflicto directo con los representantes de las clases dominantes, como el historiador Roberto Simonsen. Estas actividades demuestran que, aunque no pertenecía al núcleo dirigente pecebista, tuvo una actuación central, porque ganó la confianza de la dirección.
Un poco antes de la Segunda Guerra, su protagonismo frente a la ANL le produjo como consecuencia una fuerte vigilancia policial. En 1935, después de la Insurrección Comunista, sufrió una detención en Río Grande del Sur, donde quedó preso sin condena hasta la suspensión del estado de sitio en 1937. Una vez en libertad, ante la intensa persecución a los comunistas y el proceso de instauración del Estado Nuevo (ascenso autoritario de Vargas), se exilia en Francia, donde en seguida se afilia al Partido Comunista Francés.
En París, concurre a algunas clases en la Sorbonne y milita en las tareas de apoyo a los combatientes republicanos en la Guerra Civil Española. En 1939, ante la eminencia de la Guerra, recientemente absuelto, regresa a Brasil. A partir de este momento, vivirá un proceso de “re-conocimiento” de su país, realizando diversos viajes de investigación por el gran interior, y elaborando artículos sobre el “problema humano” brasileño, además de un estudio sobre la cuestión urbana de la ciudad de San Pablo (1941).
Estos escritos de viajero serán el punto de partida para la construcción de su segunda obra historiográfica (Formação do Brasil contemporâneo). En esa época abre una librería, proyecto que luego amplía y se transforma en la famosa editora Brasiliense y la gráfica Urupês. De esta forma, se introduce en el enfrentamiento ideológico, mediante la actividad editorial formadora y marxista, a la que se dedicará durante varias décadas. En 1945, financia y participa en la creación del periódico Hoje, el órgano oficial del PCB.
A fines de los años 1940, como ya hemos mencionado, fue elegido, con cierto disgusto, como diputado provincial de la Asamblea paulista. Su participación no se fundamentaba en ninguna creencia en el reformismo por la vía parlamentaria –visión que su partido tampoco compartía–, sino en la posibilidad de, a partir de esta visible institución, promover la denuncia contra el capitalismo. Además, como señala en sus Diários Políticos (de 1945), estaba muy decepcionado con Luís Carlos Prestes y los demás dirigentes del PCB por su aproximación a Vargas. Para Caio Prado, ellos habían demostrado una “incapacidad sin igual”, con sus “pretensiones ilimitadas de aciertos infalibles” y “sectarismo”. Esa situación le haría dudar “profundamente” en aceptar la candidatura para diputado. Sin embargo, aceptó el cargo, ya que “la única fuerza renovadora” que él ve en Brasil “aun es el Partido Comunista” –incluso “con todos sus defectos y errores, existe una parte sana que espero prevalezca”. Al respecto, considera que “en una posición de destaque dentro del partido podría luchar por ello de forma más eficiente, en lugar de estar al margen”36.
Como diputado, actúa intensamente, y se destaca como uno de los parlamentarios “más trabajadores” y “cultos”. En una oportunidad, con el fin de frenar la discusión de un proyecto antipopular, discursó durante ocho horas, sorprendiendo a sus propios camaradas. Entre sus proyectos, luchó por el aumento de los salarios de modo general, por la reforma del sistema tributario, en especial promoviendo impuestos a los latifundios para fomentar la reforma agraria; la educación gratuita; y presentó un proyecto para la creación de lo que vendría a ser la Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo (Fapesp, creada en 1960).
En 1948 es destituido y preso durante tres meses, un acontecimiento que le hace concluir que en Brasil no había –y sus élites no deseaban que hubiera– una plena “democracia burguesa”. A partir de entonces se dedicará a estudiar filosofía y a viajar por algunos países de Europa, pasa por la Francia de la postguerra, donde observa un pueblo infeliz, a diferencia de Polonia y Checoslovaquia donde encontró a personas más alegres, con confianza en sus instituciones democráticas y populares.
En 1954 se presentó al concurso de libre docencia en la Facultad de Derecho de la USP, con la tesis Diretrizes para uma política econômica brasileira, y si bien fue aprobado, la conservadora institución (la misma en la que se graduó) le negó un lugar como profesor.
Al año siguiente lanza la Revista Brasiliense, un proyecto editorial de vanguardia que marca el debate intelectual brasileño, y reúne una amplia gama de pensadores alrededor del análisis de la cuestión nacional del país. Ya en 1966, lanza A Revolução Brasileira, y dos años después, estimulado por su amigo historiador Sérgio Buarque de Holanda, intenta nuevamente integrar los cuadros académicos uspianos, ahora en el área de Historia, de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, con el trabajo História e Desenvolvimento, pero la dictadura cancela el concurso en su autoritario Ato Institucional n.5 (AI-5).
Al observar el rico conjunto de la praxis caiopradiana, percibimos que la orientación marxista-leninista permea toda su vida y obra37. Su entusiasmo por el modelo del comunismo bolchevique del principio de la Revolución no disminuyó con el pasar del tiempo, aunque tampoco dejó de criticar al gobierno soviético. En 1950, publica el artículo sobre las “democracias populares” de la Europa Oriental, en el que elogia el sistema de poder de los Estados socialistas checoslovaco y polaco. Una década después, en O mundo do socialismo (1962), vuelve a afirmar su convicción en la concepción “marxista-leninista” de mundo, en los partidos y vanguardias que en ella se inspiran “en la teoría y en la práctica”. Siempre atento al sentido en el que camina el movimiento comunista –y la historia como un todo–, afirma:
Los partidos comunistas son o deben ser, y por lo menos tienden a este sentido cuando son real y efectivamente marxistas-leninistas, es decir, una organización política esencial y fundamentalmente de clase, la clase del proletariado, y que constituye la vanguardia política de esa clase.
En este punto, abre comillas para no abrir espacio a polémicas: “‘Vanguardia’ en la acepción propia de ser una parte integrante del proletariado, inseparable y que se confunde con él, siendo al mismo tiempo su fracción política más evolucionada”. Y complementa, manifestando el carácter concreto de su pensamiento (en oposición a los izquierdismos), que cabe al Partido “conducir” las “reivindicaciones parciales e inmediatas por mejores condiciones de vida”, así como las “batallas decisivas” por la “conquista y dominio del poder político, preliminar a la revolución socialista”. En este párrafo, hay que prestarle atención a la visión táctica del autor, que percibe la importancia de obtener preliminarmente cierta hegemonía, para luego tomar el poder. En diversos momentos de su trayectoria política, Caio Prado reafirmaría la importancia de la concientización popular como papel fundamental del Partido, con una atención especial en la formación de opinión entre los trabajadores del campo –sin los que no habría condición de tomar el poder38.
No obstante, un poco más tarde, criticaría severamente a las políticas socialistas de aquel momento. En A Revolução Brasileira (1966), denunció lo que consideró como equivocaciones del PC soviético – lamentando la “larga fase de acentuado dogmatismo que imperó en todo el pensamiento marxista, como fruto de los graves errores del estalinismo”. Incluso, durante esa época, llegó a enviar un telegrama al embajador de la URSS en Brasil, afirmando su “indignada repulsión” al “atentado” contra Checoslovaquia (intervención de las fuerzas del Pacto de Varsovia en el país, en 1968): “un inclasificable procedimiento” del gobierno y del Partido Comunista soviéticos; “repugnante traición” a los “ideales” y a los “principios socialistas”; “[sic] insulto memoria Marx, Engels Lenin, dejando perplejos todos socialistas honestos frente gesto tal naturaleza partiendo del primer país socialista”39.
Es importante reiterar que, a pesar de su convicción en el camino bolchevique, Caio Prado rechazaba el sectarismo, tema por el cual polemizó con el PCB en varias ocasiones. Ya a comienzos de 1930, abierto a las críticas plausibles de Trotski y de la Oposición de Izquierda, consideraba la posibilidad de que la creciente burocratización del Estado y del Partido bolchevique pudiera afectar a la Revolución Soviética, preocupación que el propio Lenin comprendió en sus últimos meses de vida. Es verdad –dice– que existe el “peligro” de que se constituya una “oligarquía dirigente”: “la burocracia”. Sin embargo, el “resultado de la lucha” contra esa “tendencia a la degradación” –como acusada por el ala disidente “dirigida por Trotski– “depende únicamente de saber cuáles de esas tendencias se mostrarán más fuertes”. Para Caio, siempre habrá riesgos en el camino al comunismo, ya que se trata de una “organización futura”, de la que hoy se conoce apenas el “carácter general”. En esta construcción, destaca la importancia de la “reeducación de los hombres con base en la solidaridad social”, antes de lo que el comunismo de hecho “queda postergado”40.
Después del golpe militar brasileño de 1964, sus posiciones anti-dogmáticas lo convertirían en una referencia del socialismo nacional. Debido a eso, en 1967, lo invitan a dar una entrevista a la revista Revisão de los alumnos de la Facultad de Filosofía de la USP, en la que le realizan preguntas sobre la “vía” para la conquista del poder. Entonces, expresa su creencia en ambas posibilidades, la pacífica y la armada –según sea la superioridad de las fuerzas populares cuando se haga efectivo el momento–, pero reitera que lo que importa no es “discutir la forma de la lucha, y sí comenzar a luchar”. Manteniendo su sueño siempre pautado en la realidad, como exige Lenin de un revolucionario41, completa su respuesta, en una rara alusión pública de esta época a la insurrección armada (en 1940 criticara el exceso de verborragia de Luís Carlos Prestes, que según él perjudicaba la causa del Partido):
son las contingencias del momento las que indicarán qué especie de lucha se realizará. Si se dijera, concretamente, que existen en San Pablo 30 o 40 mil trabajadores dispuestos a tomar las armas y asaltar el poder, es evidente que nuestra tarea sería buscar las armas para estos obreros y ayudarlos a asaltar el poder. Pero de nada sirve programar la lucha armada si no existen los elementos capaces de concretizarla. Las circunstancias y las condiciones del momento determinan la forma de acción.42
Como consecuencia de la dura represión dictatorial, esta transgresión lo llevaría nuevamente a la cárcel, en 1970, acusado de incitar la lucha armada. Por la misma razón de excederse en el verbo, había sido detenido en 1935, prisión que se justificó por ser el “portador de ideas extremistas, que no disimulaba desde su visita a Rusia”. Sin embargo, ahora la detención tenía un toque de ironía, ya que, como él mismo reconoció, no existían las condiciones para un levantamiento insurreccional en aquel momento43.
Esta vez, permaneció encarcelado por un tiempo más largo, y volvió a dedicarse al debate filosófico. Sus manuscritos de este nuevo período en prisión serían los ensayos en defensa de la filosofía marxista y en contra de los desvíos estructuralistas (en que polemiza con Lévi-Strauss y Althusser).
En 1971, sale de la prisión a una edad avanzada. Reduce su actividad política y se dedica a producir sus últimas obras filosóficas y científicas. Muere en 1990, ya consagrado como uno de los mayores pensadores revolucionarios brasileños.
1 Este artículo es una versión resumida de la “Introducción” de la tesis de doctorado: O marxismo de Caio Prado e Mariátegui – formação do pensamento latino-americano contemporâneo, FFLCH–USP/ CNRS–Francia, 2015 (disponible en: www.teses.usp.br). Para profundizar los temas que se tratan aquí, además de la mencionada obra (y la extensa bibliografía que allí se sugiere), se puede consultar también el libro: Martins Fontes L.. Yuri, Marx na América – a práxis de Caio Prado e Mariátegui, San Pablo: Alameda/Fapesp, 2017, que es producto de la tesis, entre otros trabajos en los que discuto el tema, y que se pueden encontrar en internet.
2 Sobre el tema de la aproximación del marxismo a la realidad brasileña se pueden consultar, entre otros: Octávio Ianni, “A dialética da história”, en D’Incao. História e ideal, S. Pablo: Brasiliense, 1989.
3 História econômica do Brasil, p. 340 (San Pablo: Brasiliense, 1965 [1945]); esta obra se escribió a pedido del Fondo de Cultura Económica de México (marca mía).
4 Caio Prado, O que é a filosofia (ensayo de 1977, reeditado como libro en 1981), p. 104. Además de este libro, el autor también discute sobre la praxis en otras de sus obras filosóficas, especialmente en los dos ensayos en los que polemiza con la corriente estructuralista, publicados con el título de O estruturalismo de Lévi-Strauss – o marxismo de Althusser(1971). Sobre el tema de la centralidad categórica de la praxis en la filosofía marxista, se recomienda la lectura de Filosofia da práxis (1968), de Sánchez Vázquez.
5 El término “marxismo uspiano” se refiere a la influyente tradición marxista brasileña de la Universidad de San Pablo (USP).
6 El “modernismo” fue un movimiento cultural brasileño que surgió al fin de la década de 1920, recibió la influencia de las vanguardias europeas, e influyó en la literatura y las artes plásticas, y en la sociedad en general. Se diferencia del movimiento modernista hispanoamericano, que se desarrolló entre 1880 y 1920, y Rubén Darío fue su principal exponente (N. del T.).
7 Vera Ferlini, “A fidelidade à história”, en História e ideal, obra cit.; y Lincoln Secco, Caio Prado Júnior – o sentido da revolução, 2008.
8 El “sertão” brasileño es un extenso territorio con clima semiárido que ocupa la parte Norte de Minas Gerais, y una gran parte de la Región Nordeste de Brasil – en que abarca los estados de Alagoas, Bahia, Ceará, Paraíba, Pernambuco, Piauí, Rio Grande do Norte y Sergipe (N. del T.).
9 F. Braudel, obra cit., en Annales: Économies, Sociétés, Civilisations, año 3, n.1, 1948; [en portugués] “No Brasil: dois livros de Caio Prado” (trad. Y. Martins Fontes), en Mouro – Núcleo de Estudos d’O Capital, año 6, n.9, 2015. En el título Braudel se refiere a los libros Formação do Brasil contemporâneo e História econômica do Brasil.
10 Perry Anderson, Considerações sobre o marxismo ocidental(1976).
11 L. Konder: “A façanha de uma estreia”, en História e ideal, obra cit.; y A derrota da dialética (2009).
12“Desenvolvimento da Inteligência” (años 1950),manuscrito que pertenece al Fundo Caio Prado Júnior del Archivo del IEB-USP.
13 Carta de mayo de 1946, Fundo Caio Prado Júnior/ Archivo del IEB-USP.
14 Cabe resaltar que varios campos de la ciencia ofrecen en la actualidad pruebas teóricas de la realidad dialéctica. Y sobre las cuestiones de la revolución científica y la ruptura de paradigmas, se recomiendan los trabajos de Thomas Kuhn y Gaston Bachelard.
15 Jorge Grespan, “A teoria da história em Caio Prado Jr.: dialética e sentido”, en Revista do Instituto de Estudos Brasileiros (2008).
16 En cuanto a esta ontología actual, Marilena Chauí, en Convite à filosofía (p.206) afirma: la “nueva ontología parte de la afirmación de que estamos en el mundo(…) pero, simultáneamente, de que somos capaces de dar sentido al mundo, conocerlo y transformarlo” – sentido este que encaja plenamente con las preocupaciones filosóficas de Caio Prado. Nótese que también Lukács evitaba ese término, hasta pasar a ver la posibilidad de una ontología en “base materialista”.
17 O que é filosofia (nótese que escribe “Hombre” con mayúscula, en referencia a lo que considera como el “verdadero Hombre”, o el hombre libre); O que é liberdade; O estruturalismo de Lévi-Strauss….
18 P. Arantes, Um Departamento Francês de Ultramar; B. Ricúpero, Caio Prado Jr. e a nacionalização do marxismo no Brasil. João Cruz Costa, “A história da filosofia no Brasil”, en Enciclopédia Delta Larousse, v. IV (1964). Cabe aquí señalar que Caio ve nuestra formación como “capítulo” de la historia europea (Formação…, 1942).
19 Zanetic, Evolução dos conceitos da física (IFUSP, 1995) (con citación de Dialética do Conhecimento). Chaui: Convite à filosofia (Ática, 2000); y en entrevistas a las revistas Trans-Form-Ação (n.34, 2011) y Cult (n.133, 2010) – grifos míos. En efecto, para Caio Prado, la filosofía se distingue de la ciencia, aunque en ella se basa – criticándola y siendo por ella criticada, dialécticamente.
20 “Psicologia Coletiva”(1937), Archivo del IEB-USP; “Desenvolvimento da Inteligência”, obr. cit.. Algunos pensadores contemporáneos a Caio, otros filósofos de la praxis de inicio del siglo XX, también comprendieron la psicología en la totalización marxista del conocimiento, como es el caso de José Carlos Mariátegui, Wilhelm Reich, Erich Fromm, Lucien Goldmann y Jean-Paul Sartre.
21 Sobre las ciencias matemáticas, revisar principalmente su artículo “Matemática, ciência empírica”, en Encontros com a Civilização Brasileira, v.14, 1979; y sobre física, Dialética do conhecimento (1952).
22 “Senzala” es el espacio rudo donde se hospedaban los esclavizados de las antiguas haciendas o estancias (N. del T.).
23 “Poesía sin título”, en Caderneta com poemas e notas, Archivo del IEB-USP (fin de 1930, período de exilio en Francia): “cuando la pobreza entra / por la puerta, el amor / huye por la ventana” (nuestra traducción).
24 “Caio Prado Jr. historiador”, en Revista Novos Estudos (1983).
25 Es un movimiento de origen político y militar que surgió en la década de 1920, y se caracterizó, entre otro aspecto, por la sublevación de jóvenes tenientes del Ejército contra el statu quo político de la época (N. del T.).
26 Ver: Edgard Carone, Revoluções do Brasil contemporâneo: 1922-1938 (1989). Entre las fuerzas opositoras, también se puede citar a la oligarquía periférica de Minas Gerais (pecuaria), así como la de Bahía y Pernambuco, además de las nuevas clases medias urbanas.
27 Francisco Iglésias, “Um historiador revolucionário”, en Caio Prado Júnior: história (1982).
28F. Fernandes, “A visão do amigo”; y Heitor Ferreira Lima, “Caio Prado e seu tempo” (ambos en História e ideal, obra. cit.).
29 Neruda, “A Mi Partido” (XXVII), Canto General: “Me has agregado la fuerza de todos los que viven(…) Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría/ Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo”.
30 Flávio de Carvalho, “Recordação do Clube dos Artistas Modernos”, Revista Anual do Salão de Maio (1939); los miembros del CAM se oponían a la SPAM por su elitismo y falta de compromiso político y social.
31 “Um historiador revolucionário”, en Caio Prado Júnior (1982).
32 C. Prado, Evolução Política do Brasil.
33 Candido, “A força do concreto”, en História e ideal; y Ab’Sáber, “Tempos e espaços na mira de um historiador” (ambos en História e ideal, obra cit.). Es necesario mencionar que en el acta de fundación, esta Asociación de Geógrafos reconoce entre sus objetivos: “contribuir con el estudio de la repartición de la propiedad de la tierra rural en el Estado de S. Pablo”, comunicación que será presentada por el “Sr. Caio Prado Júnior” (el día 19/11/1934).
34 Prado Jr., Formação do Brasil Contemporâneo; Marx, O Capital (livro I, cap.XIII).
35 “Carta ao Comitê Regional de S. Paulo do Partido Comunista do Brasil” (nov. 1932), Archivo del IEB-USP.
36 “Anotação em diário” (11 nov. 1945), en Diários Políticos, Archivo del IEB-USP.
37 En una carta de los años 1930 a alumnos que le solicitaban que le recomendara lecturas para una sólida “introducción” al marxismo, él sugiere dos libros de Lenin (Imperialismo, fase superior del capitalismo y El Estado y la Revolución), además de las obras didácticas de Bukarin, Plekanov, Lapidus e Ostravitianov, siendo que el único no ruso es el austriaco Anton Menger (L’etat socialiste); en “Carta de 20 nov. 1934 à Revista Acadêmica de la Universidad del Río de Janeiro”, Archivo del IEB-USP.
38 C. N. Coutinho, en “Marxismo e ‘imagem do Brasil’ em Florestan Fernandes” (2000), como Caio, afirma que la actualidad hace necesaria la reflexión sobre las posibilidades de una revolución “sucesiva” y “hegemónica”. Ya en lo que concierne al campesino, el Che Guevara, quien profundizó este asunto, afirma que el revolucionario debe contar con la fuerza de la población del campo: “el guerrillero es antes que nada un revolucionario agrario” – en “A essência da luta guerrilheira” (1960). En aquel tiempo, muchos marxistas no entendían el protagonismo campesino de la revolución.
39 “Telegrama ao embaixador da União Soviética do Brasil”, en Archivo del IEB-USP (se respetó la transcripción exacta del texto telegrafiado).
40 URSS: um novo mundo (1934). Mariátegui, motivado por las críticas de Trotski, poco antes de su muerte tuvo las mismas inquietudes sobre la “burocracia” soviética..
41 Lenin, en Que fazer?: “el conflicto entre el sueño y la realidad nada tiene de nocivo si, cada vez que sueña, el hombre cree seriamente en sus sueños, si observa atentamente la vida, compara sus observaciones con sus castillos en el aire y, de forma general, trabaja conscientemente para la realización de su sueño”.
42 “Entrevista com Caio Prado Jr.”, en Revisão, n. IV, 1967.
43 Según el documento de su detención, del 03/12/1935 (seguramente, esta acusación se fundamentaba en sus declaraciones a favor de la violencia insurreccional bolchevique, expresada en URSS: um novo mundo).