Capítulo 7 – NOTAS INTRODUCTORIAS A LA LÓGICA DIALÉCTICA [1959]

Traducción: María Chaumet [revisión de la traducción: Argus Romero de Morais y Yuri Martins Fontes]. LÓGICA DIALÉCTICA Y DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA Bajo la designación de dialéctica, como se entiende actualmente la palabra, se contemplan dos conceptos o dos sentidos de la expresión, que si bien se integran de manera muy íntima, son diferentes. Aun así, la caracterización de esta distinción no ha sido suficiente, provocó cierta confusión, origen de muchas dudas. Mi objetivo en este capítulo es contribuir, en la medida de lo posible, a disipar tales dudas. La “dialéctica”, por un lado, es una expresión que se utiliza para designar el comportamiento general de la naturaleza, en aquello que es lo más característico y esencial de esta, es decir, la mutabilidad y la inestabilidad de sus formas, la permanente transformación de ellas. Entendida de esta manera, la dialéctica constituye un hecho natural, un aspecto de la naturaleza, y con seguridad el más importante, cuya consideración e investigación pertenecen a las ciencias en general. Representa la “propiedad” fundamental –llamémosla así, con una terminología un tanto obsoleta– de los acontecimientos de la naturaleza, que son “acontecimientos”, precisamente, en la medida en que por ellos se modifican y transforman las situaciones naturales. En este sentido, la dialéctica constituye el objeto de las diferentes disciplinas científicas, y debe ser tratada como tal. Esto parece estar bastante claro: es a la física que le compete ocuparse de los acontecimientos o hechos físicos; al igual que a las ciencias sociales les cabe tratar la manera como se desarrollan los acontecimientos de carácter social. Además, este “comportamiento de los hechos”, que implica un cambio, una transformación, o en suma una dialéctica, no se observa bien de qué se ocuparían las ciencias respectivas. Es precisamente ese punto de vista que caracteriza a la posición de la dialéctica (como filosofía), en contraste con la metafísica. Si esta última busca detrás de los hechos y de su comportamiento o dialéctica, seres o entidades que serían como los autores y responsables de tales hechos, es precisamente en ese punto que la posición dialéctica se aleja de las viejas y obsoletas concepciones filosóficas. La ciencia moderna, que desde hace algunos siglos da sus primeros pasos, aunque algo inconscientes, en el camino de la dialéctica, mira los hechos, y no a los supuestos seres de los que los hechos serían una simple manifestación exterior y sensible. Esto ya se resumió en una fórmula impecable que hoy ya no tiene dueño porque es de todos los hombres de ciencia: La ciencia no se ocupa del qué es, y sí, únicamente, de lo que pasa. De esta manera, respondemos, según parece, a la pregunta sobre la existencia o no de una ciencia o disciplina especial que tenga que ocuparse de la dialéctica de la naturaleza en sí, e independientemente de los hechos concretos que son objeto de las ciencias particulares. A saber, una disciplina específica de la dialéctica de la naturaleza, y sin particularización de los hechos de los que se ocupan las diferentes ciencias particulares. Una disciplina tal nos parece altamente discutible, ya que no vemos, por ejemplo, cómo la dialéctica de los hechos físicos (que no es, al fin de cuentas, otra cosa más que esos mismos hechos) puede considerarse, describirse y expresarse independientemente de dichos hechos, es decir, por fuera de la física que se ocupa precisamente de esa consideración, descripción y expresión en lenguaje. No discutiremos aquí el tema más a fondo, porque juzgamos que, al menos en las circunstancias actuales del conocimiento científico, la cuestión es inocua, y no tiene ni cabida. Por el momento, no existe una ciencia específica de la dialéctica de la naturaleza con estas características; nadie se ocupa, hasta donde se sabe, de ella de forma sistemática, incluso en los países en los que la nueva filosofía dialéctica tiene un consenso general, a saber, en los países del socialismo. Por ahora, ni siquiera se siente esa falta. Por lo tanto, debatir su “posibilidad” o “eventualidad”, además de ser infructuoso, implica aventurarse en un laberinto de especulaciones sin grandes perspectivas. Otro sentido de la dialéctica es el de la dialéctica como método lógico, es decir, como manera de abordar y considerar los hechos de la naturaleza, como posición o ángulo en que se ha de colocar el pensamiento frente a ellos. (…) Nótese bien, e insistimos en este punto, que la lógica hegeliana no excluye al SER, a la identidad, y por lo tanto, al proceso de identificación que la observación concreta de los hechos del conocimiento pone en evidencia, y sin el que, como vimos, no habría conocimiento. La lógica hegeliana incluye a ese SER en un proceso de autodestrucción por su negación, que se encuentra en su propia identidad y se desarrolla por su propia fuerza. De esta manera, se respetan las circunstancias fundamentales de la naturaleza tal como esta se presenta frente a la experiencia y a la acción del hombre, y en lugar de sacrificar una de esas circunstancias, que es el flujo, el cambio, la transformación, en provecho de la uniformidad y la permanencia, como hace la lógica clásica, funde a ambas en una noción única en la que las dos son debidamente respetadas y consideradas; tanto como se considera la contradicción interna e inmanente en todos los rasgos y hechos de la naturaleza. Esa es la solución a la que se llega con Hegel, después de más de veinte siglos de evolución y maduración de la cultura humana, para el problema fundamental del conocimiento. La lógica dialéctica, o antes, las premisas y primeras semillas de la lógica dialéctica, se habían entonces sembrado. Tan solo premisas, porque la dialéctica, tal como sale de las manos de Hegel, está mal colocada. Hegel es idealista, y un filósofo con todos los vicios de la filosofía especulativa. Por eso, confunde los procesos de su pensamiento, que exprimen la dialéctica, con la propia dialéctica de la naturaleza. Para él no existe distinción entre el esquema lógico que engendra o revela (y que esContinuar lendo “Capítulo 7 – NOTAS INTRODUCTORIAS A LA LÓGICA DIALÉCTICA [1959]”

Capítulo 6 – DIALÉCTICA DEL CONOCIMIENTO [1952]

Traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes[revisión de la traducción: Camila Carduz Rocha y Paulo Alves Junior]. “Mi actividad de escritura acompaña siempre mi actividad práctica”. [“Carta a Hermes Lima” (junio de 1977) – Fundo Caio Prado Júnior – Archivo del IEB-USP]. TOMO I 1 – PRELIMINARES Problema actual del conocimiento La gran dificultad que presenta el análisis y la exposición de la dialéctica materialista está en que giran aparentemente a la luz de la lógica formal clásica (que constituye nuestra manera ordinaria, tengamos conciencia de eso o no, de pensar y raciocinar, forma que se consolidó por siglos de tradición ideológica, y por eso tan sólidamente implantada en el espíritu o inteligencia de los hombres en general y de su cultura) en círculo vicioso: para entender la dialéctica es necesario pensar dialécticamente, es decir, conocer la dialéctica para conocerla. Si al analizarla recurrimos a nuestros procesos habituales de pensamiento y raciocinio, que son los de la lógica metafísica, lo que tendremos será una visión o interpretación metafísica de la dialéctica, y no la dialéctica –deformación de hecho que ocurre frecuentemente y que encontramos estampada en todos los tratados y obras clásicas y corrientes de crítica e historia de la Filosofía. Expliquémonos mejor. La dialéctica es esencialmente un método de pensamiento y conocimiento, así como la metafísica; constituye una manera de considerar los asuntos que son objeto del pensamiento y del conocimiento, mientras la metafísica constituye otra manera de hacerlo. En suma, cualquier asunto puede ser considerado metafísicamente o dialécticamente. Si consideramos por ejemplo el universo en general, desde un punto de vista metafísico, como ocurre generalmente entre los filósofos de tradición clásica, así como en el común de los hombres de nuestra época, él (el universo) se presentará como un aglomerado de “cosas” o “entidades” distintas, aunque ligadas y relacionadas entre sí, detentoras cada una de individualidad propia y exclusiva que independe de las demás “cosas” o “entidades”. De esta concepción deriva la noción de “seres” componentes del universo, y de la clasificación de esos “seres” por sus características específicas: “seres” físicos (como una piedra, una pluma, o un árbol) y morales (como la justicia, la bondad o la maldad); “seres” naturales (es decir, sensibles) o sobrenaturales (o sea, más allá de nuestros sentidos); minerales, plantas, animales, hombres, etc. Estas y otras clasificaciones más que varían al sabor de los diferentes sistemas metafísicos. Es incluso de aquella concepción que deriva la idea de que para “conocer” un objeto, cualquier, “cosa”, “entidad” o “ser”, es necesario antes “definirlo”, es decir, caracterizarlo, revelar su identidad, “esencial”, cualidades o atributos propios y específicos de su individualidad, en una palabra, determinar su quididad1, como decían los escolásticos y aún dicen los filósofos de tradición clásica, cualquiera sea su matriz. En síntesis, lo que interesa fundamentalmente a la metafísica en la consideración general del Universo, y lo que constituye su punto de partida en cualquier indagación, son siempre los individuos que componen el universo y la individualidad de ellos. La dialéctica, por el contrario, no considera el universo bajo ese prisma –o antes, por el “método” o “manera de ver” de la dialéctica, no es así que se ofrece el universo para nuestra observación y consideración. Ella (la dialéctica) no considera primeramente a los “individuos” (“seres”, “cosas”, “entidades”), para después considerar sus relaciones reciprocas, haciendo esas relaciones derivar de la individualidad o esencia de aquellos individuos, como hace la metafísica; es decir, para ejemplificar, la dialéctica no considera primero al “ser humano”, para después considerar, como derivadas de ese individuo humano, sus relaciones sociales u otras; no considera, en el dominio de la Física, primero los elementos constituyentes de la materia (moléculas, átomos, partículas subatómicas), para solamente después considerar el comportamiento y las relaciones recíprocas que se suponen derivadas de la naturaleza o calidades de aquellos elementos. La dialéctica, en oposición a ese método metafísico de abordar y analizar los objetos del pensamiento y del conocimiento, considera antes las relaciones, el “conjunto” y la “unidad” universal donde transcurren tales relaciones; y es en esa relación, sean en el espacio, sean en el tiempo (cuando más propiamente ellas se denominan “procesos”), es en ellas que la dialéctica va a buscar y determinar los “individuos” y su “individualidad” propia: el hombre será caracterizado, “individualizado”, en función de sus relaciones biológicas, sociales, etc.; así como los elementos constituyentes de la materia serán caracterizados e individualizados en función del “conjunto” (la materia, en el caso, o antes los hechos físicos) al que pertenecen y fuera del que no tienen “realidad”, no tienen sentido. Ahora bien, del mismo modo que podemos considerar metafísicamente o dialécticamente el universo en general y cualquiera de sus rasgos en particular –como vimos en el ejemplo– podemos también considerar metafísicamente o dialécticamente otro rasgo específico, que son los pensamientos y conocimientos humanos. Y está claro –o por lo menos eso se puede verificar concretamente, como tendremos la oportunidad de ver– que si consideramos aquel rasgo del universo que es el “pensamiento y conocimiento”, metafísica o dialécticamente, llegaremos en cada caso a conclusiones e interpretaciones diferentes. Pero nuestra manera “normal”, digamos así, o corriente de considerar los asuntos que nos ocupan es la metafísica; y siendo así, solo nos podremos librar de ella y modificar tan radicalmente nuestros puntos de vista, conociendo la dialéctica, cuyo objetivo consiste precisamente en tal modificación. Ahí está nuestro círculo vicioso. ¿Cómo salir de él? La salida es la dialéctica y sólo puede ser ella, porque incluso ese círculo vicioso no pasa de una posición lógico-metafísica que dentro de la metafísica no se puede deshacer. Y volvemos así a nuestro punto de partida: estábamos queriendo saber qué es la dialéctica, y verificamos que para eso es necesario conocer la dialéctica; queremos enseguida salir de ese círculo vicioso, y observamos que para eso necesitamos la dialéctica. (…) La dialéctica, que constituye un método de pensamiento y conocimiento distinto al de la lógica metafísica, y opuesto a él, exige también un método de exposición o estilo diferente y propio. PeroContinuar lendo “Capítulo 6 – DIALÉCTICA DEL CONOCIMIENTO [1952]”

Capítulo 5 – LA REVOLUCIÓN BRASILEÑA [1966]

Traducción: Karina Fernandes de Oliveira y Pablo Carrizalez Nava [revisión de la traducción: Argus Romero de Morais y Yuri Martins Fontes]. I – LA REVOLUCIÓN BRASILEÑA El término “revolución” guarda dentro de sí una ambigüedad (muchas en verdad, pero nos enfocaremos en la principal) que ha dado lugar a confusiones frecuentes. En un sentido más común, “revolución” se refiere al empleo de la fuerza y de la violencia para el derrocamiento del gobierno y la toma de poder por algún grupo, clase social o cualquier otra fuerza de oposición. En esa acepción, “Revolución” se relaciona más apropiadamente con el significado del término “insurrección”. Pero “revolución” también tiene el significado de transformación del régimen político-social que, por lo general, ha sido históricamente desencadenado o impulsado por insurrecciones. Y en realidad, no lo es. El sentido propio se centra en la transformación, y no en el proceso inmediato a través del que se realiza. La Revolución Francesa, por ejemplo, fue desencadenada y luego acompañada, especialmente en sus primeros años, por sucesivas acciones violentas. Pero no son esos eventos los que constituyen lo que exactamente se entiende por “Revolución Francesa”. No son la toma de la Bastilla, las agitaciones campesinas de julio y agosto de 1789, la marcha del pueblo en Versalles en octubre del mismo año, la caída de la monarquía y la ejecución de Luis XVI, el Terror y otros incidentes de la misma naturaleza, lo que constituyen la Revolución Francesa, o lo que simplemente la caracteriza y le da contenido. “Revolución” en su sentido más profundo y real, expresa el proceso histórico marcado por reformas y cambios económicos, sociales y políticos sucesivos, que, concentrados en un periodo histórico relativamente corto, dan origen a transformaciones estructurales de la sociedad, y especialmente de las relaciones económicas y del equilibrio mutuo de las diferentes clases y categorías sociales. El ritmo de la Historia no es uniforme. En él se alternan periodos o fases de relativa estabilidad y aparente inmovilidad, con tiempos de agitación de la vida política y social, y cambios repentinos en el que se alteran profunda y rápidamente las relaciones sociales. O, más precisamente, en el que las instituciones políticas, económicas y sociales se remodelan con el fin de ajustarse y satisfacer mejor al conjunto de las necesidades que antes no eran satisfechas adecuadamente. Son estos momentos históricos de repentinas transiciones de una situación económica, social y política para otra, y los cambios que se producen en consecuencia, que constituyen exactamente lo que ha de entenderse por “revolución”. Es en ese sentido que el término “revolución” es empleado en el título de este libro. Su objetivo esencialmente es mostrar que Brasil se encuentra en la actualidad frente o ante la inminencia de uno de aquellos momentos ya destacados, en el que se impone de pronto reformas y transformaciones capaces de reestructurar la vida del país de manera coherente con las necesidades más generales y profundas, y con las aspiraciones de la gran masa de la población; que en el estado actual no se cumplen correctamente. Para muchos –que aun así, en el conjunto del país representan una minoría insignificante, aunque hablen más alto porque son dueños de las estructuras del poder y dominación económica, social y política– en lo fundamental, todo va muy bien, solo faltan (y acá se observan algunas divergencias de segunda orden) unos pocos retoques y mejoras en las actuales instituciones, que a veces no es más que un mero cambio de los hombres en los cargos políticos y administrativos, para que el país encuentre una situación y un equilibrio satisfactorio. La gran mayoría restante, sin embargo, aunque no siempre entienda perfectamente la realidad, es incapaz de proyectar en el plano general sus insatisfacciones, sus deseos y sus aspiraciones personales, algo que es necesario para darle condiciones satisfactorias y seguras a su existencia. En especial, algo más profundo y que conduzca la vida del país por una nueva dirección. Y los hechos analizados de forma adecuada y en profundidad así lo confirman. Brasil se encuentra en uno de esos momentos decisivos de la evolución de las sociedades humanas en el que se evidencia, de forma sensible y suficientemente consciente para todos, el desajuste de sus instituciones básicas. De ahí las tensiones que se observan claramente en manifestaciones de descontento e insatisfacción generalizada y profunda; en enfrentamientos y conflictos, unos efectivos y muchos otros potenciales, que afligen a la vida brasileña y sobre ella pesan de forma continua y sin perspectivas apreciables de solución eficaz y permanente. Una situación que es causa y efecto al mismo tiempo, de la incoherencia política, de la ineficiencia, en todos los sectores y niveles de la administración pública; de los desequilibrios sociales, de la crisis económica y financiera, que viene desde hace mucho tiempo y es mal encubierta en el corto plazo –entre una a dos décadas– por un crecimiento material especulativo y caótico, comienza ahora a mostrar su verdadero rostro; de la insuficiencia y precariedad de sus propias bases estructurales, en las que se funda la vida del país. Esto es lo que caracteriza al Brasil de nuestros días. Es, antes que nada, el más completo escepticismo y la generalizada incredulidad con respecto a las posibles soluciones verdaderas dentro del actual orden de cosas. Esto nos lleva, sin proyectar o no proyectando aún, en términos concretos, a cambios de este orden, a una carrera desenfrenada rumbo al “sálvese quien pueda”, donde cada uno cuida únicamente (y por eso erróneamente) sus intereses inmediatos, tratando de hacer lo mejor para su propio beneficio en el momento en curso, ante las eventuales oportunidades que posiblemente se presenten a su alcance. Este es el escenario desalentador que ofrece la realidad brasileña de nuestros días, y quien analiza las cosas con profundidad, no se deja engañar por algunas apariencias llamativas que aquí o allá disfrazan lo que está por detrás y constituye la sustancia de esta realidad. Sobre la base y origen de estos síntomas se encuentran los desajustes y contradicciones profundos que amenazan y ponenContinuar lendo “Capítulo 5 – LA REVOLUCIÓN BRASILEÑA [1966]”

Capítulo 4 – HISTORIA ECONÓMICA DEL BRASIL [1945/1976]

LA CRISIS EN MARCHA [capítulo extra de 1970] Traducción: María Chaumet [revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes]. La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) trajo aparejadas grandes modificaciones en la evolución de todos los pueblos. Señaló un desvío acentuado en la marcha de los acontecimientos humanos y los encaminó por nuevos rumbos que, si bien ya se venían preparando y gestando en una etapa previa, solo entonces se concretizaron de forma nítida y decisiva. Pero la guerra, a pesar de las repercusiones profundas, directas e indirectas, cercanas y remotas, que marcó la evolución económica brasileña, no alteró en esencia, y no podría haberlo hecho, el proceso de transformación observado en ella durante los decenios previos (…). La “crisis de nuestro sistema colonial” se mantuvo, y a pesar de las circunstancias especiales y de los aspectos particulares que en ella provocó la conflagración en la que participamos pasiva y también activamente, tal crisis se acentuó y precipitó considerablemente, y abrió nuevas y largas perspectivas para la transformación final de dicho sistema. Eso dará lugar, por un lado, al esfuerzo de adaptación del orden económico vigente a las contingencias surgidas, y de reestructuración del mismo sistema en formas renovadas; pero sin comprometer la esencia colonial. Por otro lado, y como consecuencia, se agudizan las contradicciones inmanentes en el orden establecido que ahora se proyectan con gran vivacidad en el plano social y político. El país entra en una etapa en la que, en ciertos aspectos, a la par del crecimiento de sus fuerzas productivas y de la diversificación de sus actividades económicas (en particular con relación al progreso industrial) se verificarán acentuados y crecientes desequilibrios y desajustes que se trasladan a la vida social y política.(…) Durante el transcurso de la guerra, sobre todo en la última etapa y prolongándose a los años subsiguientes, fuimos testigos de una revigorización esporádica del sistema tradicional del pasado, abriéndose para dicho sistema (es decir, una economía exportadora de productos primarios y con miras esencialmente al exterior) una nueva y brillante oportunidad. Con una intensidad que el país no experimentaba desde hacía tiempo, Brasil se transformaba nuevamente en el blanco de una fuerte demanda internacional de productos alimentarios y materia prima, exigidos ahora por las necesidades bélicas en la que se empeñaban las grandes potencias de las que Brasil era y aún es tributario. Esa intensificación de la demanda no se refleja tanto en el volumen de las exportaciones, cuyo aumento no será muy sensible, circunstancia que debemos observar, desde ya, y que muestra el agotamiento de la capacidad productiva de la economía brasileña de exportación. Pero sobre el valor el efecto será considerable, y la exportación brasileña de productos alimenticios y materia prima ascenderá a altos niveles. Al mismo tiempo que se valorizan las exportaciones, declinan las importaciones. Por un lado, se interrumpieron casi por completo los abastecimientos de los países europeos aislados de nosotros por la guerra, o empeñados en una lucha que les absorbía toda la atención y todos los recursos; por el otro, Estados Unidos, ocupado como estaba también en la producción de guerra, no pudo suplir aquel desfalco de nuestros proveedores europeos; y en algunos artículos importantes no lograron siquiera mantener el nivel de abastecimiento previo a la guerra.(…) *** Como consecuencia del aumento de las exportaciones y de la caída de las importaciones, desaparece momentáneamente el síntoma más expresivo a través del que se manifiestan las contradicciones de nuestro sistema económico, a saber, el desequilibrio crónico de la balanza de pagos externos, cuyo rol relevante en nuestras finanzas y en la vida económica de Brasil en general, ya se describió en el transcurso de esta historia. Y como efecto de esto, la moneda brasileña adquirió una estabilidad cambiaria notable, casi sin precedentes en todo nuestro pasado. Por otro lado, no obstante, la acumulación de saldos comerciales obligó a fuertes emisiones destinadas a la adquisición, por parte de las autoridades monetarias, de las divisas representativas de estos saldos, que no encontraban compradores en el mercado regular, es decir, entre importadores. Esas emisiones constituyeron el punto de partida y el impulso inicial del proceso inflacionario que se prolongará, estimulado más tarde por otros factores, durante la posguerra y hasta el presente. Las restricciones del comercio importador también tendrán otra consecuencia importante. Privado del abastecimiento externo asociado a una innumerable cantidad de manufacturas, el mercado interno debe recurrir a la producción nacional, lo que abre amplias perspectivas para las actividades industriales del país. Se repite lo que ya había ocurrido en la Primera Guerra Mundial (1914-18). Y, esta vez, a una escala mucho más grande, por un lado porque la disminución de los suministros del exterior es mucho más drástica, y por el otro porque las necesidades del mercado nacional habían crecido mucho. Además ahora, y esto no había ocurrido en 1914, se partía de un nivel industrial más elevado, y esta situación facilitó el equipamiento de la industria para satisfacer el incremento de las necesidades, insatisfechas por el recurso habitual a las importaciones. Además, la industria brasileña no servirá únicamente al mercado interno; algunos de sus sectores más desarrollados y habilitados (como particularmente el de tejidos de algodón) también encontrarán algunos mercados externos, por ejemplo en los países de América Latina y en Sudáfrica, a veces con las mismas dificultades de abastecimiento que nosotros. Estados Unidos se vuelve un gran importador de tejidos brasileños. (…) De esta manera, la economía brasileña encuentra, gracias a las circunstancias excepcionales de la guerra, un nuevo equilibrio provisorio, y a pesar de los grandes sacrificios soportados por el país, los años que duró el conflicto representan una etapa de nítido progreso. Es cierto que esto se construía a costas de la masa trabajadora del país, que toleró toda la carga de aquellos sacrificios (por el efecto, particularmente, de las restricciones alimentarias y del encarecimiento considerable de la vida), y son solamente las clases poseedoras las que efectivamente formarán parte de ese. La presión sobre el mercado, efecto de una oferta insuficiente deContinuar lendo “Capítulo 4 – HISTORIA ECONÓMICA DEL BRASIL [1945/1976]”

Capítulo 3 – FORMACIÓN DEL BRASIL CONTEMPORÁNEO [1942]

INTRODUCCIÓN Traducción: María Laura Corvalán, Laura Berchansky, María Chaumet, Mariú Biain yYuri Martins Fontes [revisión de la traducción: Argus Romero e Ivan Leichsenring]. El inicio del siglo XIX señala no solo los acontecimientos relevantes, como son el traslado de la sede de la Monarquía portuguesa a Brasil y los actos preparatorios de emancipación política del país, sino que marca una etapa decisiva en nuestra evolución e inicia en todos los terrenos, social, político, económico, una nueva fase. Debajo de aquellos acontecimientos que pasan en la superficie, se elaboran procesos complejos que fueron el fermento propulsor y, en la mayoría de los casos, apenas la expresión externa. Para el historiador, como bien para cualquiera que intente comprender el Brasil, inclusive el de nuestros días, el momento es decisivo. Su interés pasa sobre todo por dos circunstancias: de un lado, nos proporciona, en el balance final, la obra realizada tras tres siglos de colonización y nos presenta lo que en ella se encuentra de característico y fundamental, eliminando del cuadro o por lo menos haciendo pasar a un segundo plano lo accidental y fortuito de aquellos trescientos años de historia. Es una síntesis de ellos. Por otro lado, constituye una llave, y la llave preciosa e insustituible para acompañar e interpretar el proceso histórico posterior y resultante que es el Brasil de hoy, que contiene el pasado que nos hizo. Allí se alcanza el instante en el que los elementos constitutivos de nuestra nacionalidad –instituciones fundamentales y energías– organizados y acumulados desde el inicio de la colonización, brotan y se complementan. Comienza entonces la fase propiamente del Brasil contemporáneo, erigido sobre aquella base. Habíamos llegado en aquel momento a un punto muerto. El régimen colonial realizaría lo que tenía que realizar. Se sentía que la obra de la metrópolis estaba terminada y no podría traernos nada más. No solo por el efecto de decadencia del Reino. Por mayor que ella fuera, esto no representa sino un factor complementario y accesorio que, como mucho, reforzó una tendencia ya fatal y necesaria a pesar de ella. No es solamente el régimen de subordinación junto a las instituciones, el sistema colonialen la totalidad de sus características económicas, sociales que se presenta lleno de transformaciones profundas. La obra colonizadora de los portugueses, en la base en que se asentaba y que en conjunto forma aquel sistema, agota sus posibilidades. Perecer o modificarse, tal era el dilema que se le presentaba a Brasil. No le bastaba con separase de la madre patria, lo que sería cuanto mucho un paso preliminar, aunque necesario. El proceso de transformación debía ser más profundo. Y de hecho lo fue. Brasil comienza a renovarse, y el momento que constituye nuestro punto de partida en este trabajo que el lector tendrá tal vez la paciencia de acompañar, es también el de aquella renovación. Pero punto de partida apenas, inicio de un largo proceso histórico que se prolonga hasta nuestros días y que aún no ha terminado. Con vaivenes, avances y retrocesos, se desarrolla a través de un siglo y medio de vicisitudes. El Brasil contemporáneo se define así: el pasado colonial que se balancea y termina con el siglo XVIII, más las transformaciones que se sucedieron en el discurrir del centenario anterior a éste y en el actual. En aquel pasado se constituyeron los fundamentos de la nacionalidad: se pobló un territorio semidesierto en el que se organizó una vida humana muy distinta de aquella que había aquí: de los indígenas y sus naciones, como también, aunque en menor escala, de los portugueses que emprendieron la ocupación del territorio. En el plano de las realizaciones humanas se creó algo de nuevo. Este “algo de nuevo” no es una expresión abstracta; se concretiza en todos los elementos que constituyen un organismo social completo y distinto: una población bien diferenciada y caracterizada, hasta étnicamente y habitando un determinado territorio; una estructura material particular, constituida en base a elementos propios; una organización social definida por relaciones específicas; finalmente hasta una consciencia, más precisamente una cierta actitud mental colectiva particular. Todo esto naturalmente ya se viene esbozando hace largo tiempo. Los síntomas de cada uno de aquellos signos van apareciendo en el curso de toda nuestra evolución colonial; pero es en el final de esta que se completan y sobre todo se define nítidamente el observador. Entramos entonces en una nueva fase. Aquello que la colonización realizó, aquel “organismo social completo y distinto” constituido en el período anterior, comienza a transformarse, sea por fuerza propia, sea por la intervención de nuevos factores extraños. Es entonces el presente que se prepara, nuestro presente de los días que corren. Pero este nuevo proceso histórico se dilata, se arrastra hasta hoy. Y todavía no llegó a su fin. Es por ello que para comprender el Brasil contemporáneo precisamos ir tan lejos, y yendo hasta allá, el lector no estará ocupándose solo de divagares históricos, sino recolectando datos, y datos indispensables para interpretar y comprender el medio que lo rodea en la actualidad. Se analizan los elementos de la vida brasileña contemporánea; “elementos” en su sentido más amplio, geográfico, económico, social, político. El pasado, aquel pasado colonial al que me referí arriba, está ahí todavía, y bien sobresaliente; en parte modificado, es cierto, pero presente en los trazos que no se dejan esconder. Si se observa el Brasil de hoy, salta a la vista un organismo en franca y activa transformación y que no se sedimentó aún en líneas definidas, que no “tomó forma”. Es verdad que en algunos sectores aquella transformación ya es profunda y es ante elementos propios y positivamente nuevos que nos encontramos. Pero esto, a pesar de todo, es excepcional. En la mayor parte de los ejemplos, y en el conjunto, en todo caso, atrás de aquellas transformaciones que a veces nos pueden engañar, se siente la presencia de una realidad ya muy antigua que hasta nos llama la atención encontrarla allí y que no es sino aquel pasado colonial. No me refiero aquí únicamente aContinuar lendo “Capítulo 3 – FORMACIÓN DEL BRASIL CONTEMPORÁNEO [1942]”

Capítulo 2 – URSS: UN NUEVO MUNDO [1934]

Traducción: María Chaumet [revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes]. ORGANIZACIÓN POLÍTICA La dictadura del proletariado Para una gran parte del público extranjero, el régimen soviético sigue siendo ese que la prensa capitalista de todo el mundo no se cansa de pregonar: un régimen brutal de opresión, en el que el Estado mantiene a todos los individuos, mediante su famosa policía política, la O.G.P.U., con una disciplina rígida que penetra en los detalles más íntimos de la vida privada de cada uno, sin dejar más alternativa que la sumisión ciega o el simple fusilamiento. Sin embargo, la verdad es muy diferente. Sin duda, el régimen es severo, y ¿cuál revolución no lo fue? No hay que perder de vista que el régimen soviético es revolucionario y, por lo tanto, consiste en una ofensiva abierta y declarada contra fuerzas e intereses consolidados en el pasado y para los que la lucha es una cuestión de vida o muerte. En esta lucha, lógicamente, el régimen no puede actuar con menos energía que sus adversarios. Por otro lado, en la actualidad, Rusia atraviesa una transformación radical que, por su naturaleza, se opone a las tendencias, concepciones y sentimientos tan enraizados. Solo es posible una comprensión plena del régimen y sus fines en una parte reducida de la población: el proletariado. Este no sacrifica nada de lo que es propiamente suyo. Por el contrario, el éxito de la revolución depende únicamente de la libertad que se les otorgue a sus tendencias naturales. No sucede lo mismo con las demás clases. Ya no me refiero a las viejas clases dominantes (la burguesía y los grandes terratenientes), a las que ya destruyó el régimen. Dentro de la propia masa trabajadora, especialmente entre los campesinos, el régimen todavía cuenta con adversarios, si no declarados, al menos latentes y prestos en todo momento a desencadenar una ofensiva contrarrevolucionaria. Es evidente que, un régimen socialista no se condice con las tendencias y sentimientos de los campesinos sólidamente aferrados a la propiedad privada, por más pequeña que esta sea. Y de campesinos se compone, aún hoy, la gran mayoría de la población soviética. Entonces, si la revolución contó hasta hoy con la colaboración de estas camadas sociales, si no activas, al menos benevolentes (gracias a esto pudo mantenerse), no fue sin el sacrificio de aquella parte que se resistía y contra la que no había otro proceso a utilizar que la violencia. Pero, junto con estas fuerzas contrarias, que constituyen el peso muerto del régimen, existe la carga con la que toda revolución necesita contar, está su parte activa.(…) Incluso, no existe, ciertamente, otra organización que efectivice de mejor manera una participación activa de la masa de la población en la dirección política del país. No pasan desapercibidos al observador atento los síntomas de este hecho. En ningún otro sitio, los asuntos públicos ocupan en la vida de la población un lugar tan sobresaliente. Basta, para confirmar esto, con constatar el interés extraordinario e inigualable que existe por ellos en la Unión Soviética. Y esto no sería posible si los gobernantes y los gobernados fueran extremados de la forma que alegan los críticos del régimen. Mi primera impresión durante el viaje me puso este hecho frente a los ojos. Parecía, incluso que las cosas hubiesen estado preparadas a propósito para otorgarle al viajante ávido de penetrar en la vida del país un cuadro característico del régimen. Ya en el tren que me llevó de la frontera a Leningrado, el primer trecho del territorio soviético que recorrí, tuve la oportunidad de presenciar una verdadera asamblea política que sucedió en el mismo vagón en el que yo viajaba. Entre los pasajeros, mujeres incluidas –este pormenor es interesante– y empleados del tren, se estableció un debate acalorado, en el que las palabras sintomáticas –capitalismo, socialismo, sóviet, etc– que aparecían constantemente, evidenciaban claramente el contenido, incluso a quienes no conocían el idioma. Esto duró horas, y en ningún momento la discusión dejó de ser intensa. Además, claramente, no se trataba de una conversación banal. El entusiasmo de todos, el fervor con el que exponían y debatían sus ideas, demostraba no solo el interés con el que intervenían en la discusión, sino también el arsenal de convicciones sólidamente planteadas y la conciencia clara de los problemas debatidos que cada uno le aportaba a esta. En cualquier otro país, los temas de orden político le interesan con esa vivacidad a solo una parte reducida de la población. Nunca presencié, en otros lugares, hechos semejantes al relatado. En la Unión Soviética, por el contrario, estos representan un espectáculo diario para el viajante que se tome el trabajo de observar lo que pasa a su alrededor. El caso que cité podría haber sido una simple coincidencia. Al principio, no le di mayor importancia. Pero su constante repetición durante mi viaje me hizo cambiar de opinión. Los rusos son naturalmente expansivos. Si están reunidos, por más que sea de forma accidental, en cualquier lugar público, surge inevitablemente una conversación animada. Y aquellas que el azar me hizo presenciar giraron, casi sin excepción, en torno a la política. Gracias al guía que siempre me acompañaba, a veces, accedía a una traducción, y hasta llegué a participar en algunas. Pude, así, constatar que los problemas en juego eran debatidos con un conocimiento de causa que en otros países sería digno de los medios llamados cultos. Incluso cuestiones internacionales, que solo podrían afectar a la Unión Soviética muy de lejos, se discutían con vivacidad. Hasta el remoto conflicto del Chaco paraguayo fue, en una ocasión, tema en una rueda de rudos campesinos. No podía ser de otra manera. La política en la Unión Soviética es una verdadera obsesión. Los periódicos analizan a diario y minuciosamente todos los problemas políticos del momento. Reproducen con lujo de detalles las discusiones que tuvieron lugar en todos los órganos políticos más importantes del país, del gobierno y del partido comunista. Acompañan con atención los resultados prácticos que se van logrando conContinuar lendo “Capítulo 2 – URSS: UN NUEVO MUNDO [1934]”

Capítulo 1 – EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL BRASIL [1933]

“No debemos discutir la forma de la lucha, sino comenzar a luchar. Luego, son las contingencias del momento las que van a indicar qué clase de lucha se concretará. Si se dice, concretamente, que en San Pablo existen 30 o 40 mil trabajadores dispuestos a tomar las armas y asaltar el poder, es evidente que nuestra tarea es obtener las armas para estos obreros y ayudarles a asaltar el poder. Pero es en vano programar la lucha armada, si no existen los elementos capaces de concretarla. La forma de acción se encuentra determinada por las circunstancias y condiciones del momento”. [“Entrevista a Caio Prado Jr.”, Revista Revisão – Gremio de la Facultad de Filosofía de la Universidad de San Pablo, agosto de 1967]. PREFACIO (DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL LIBRO) Traducción: Ailton de Souza Pereira y Carlos dos Santos Fonseca [revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes]. Esto que el lector va a leer no es una Historia del Brasil como indica el título, es un ensayo. Quise apenas ofrecer la síntesis de la evolución política del Brasil y no contornar su historia completa. De ahí los defectos que se podrán encontrar, yo soy el primero en reconocerlos. Como he pensado ofrecer solo el resultado promedio de los incontables hechos que componen esta historia, y la línea maestra en torno a la que se agrupan, me encontré obligado a realizar una selección rigurosa que excluye todo lo que no sea absolutamente necesario para la comprensión general del asunto. Estoy seguro de que esto me ha llevado, en algunos momentos, a despreciar las circunstancias cuya ausencia se entienda como un sacrificio para una mayor claridad en la exposición. Pero, como se trata de un método relativamente nuevo para analizar la historia brasileña –hago referencia aquí a la interpretación materialista–, ignoro las exigencias de los lectores. Evidentemente todos estos inconvenientes no existirían si se tratara de una historia y no de una síntesis. Pero, por dos motivos, preferí esta última. En primer lugar, para hacer la historia completa –lo que pretendo algún día intentar– sería necesario un material que todavía está, en gran parte, por constituirse. Nuestros historiadores, que se han preocupado únicamente por la superficie de los acontecimientos –expediciones sertanistas, entradas y banderas1, reemplazos de gobiernos y gobernantes; invasiones o guerras–, olvidaron, casi por completo, lo que pasaba en el interior de nuestra historia, del que estos acontecimientos no son sino un reflejo exterior. En estas condiciones, sería necesario un tiempo considerable para presentar una historia completa, que en este momento no es posible. Vale la pena citar un concepto del escritor del prefacio a la obra de Marx Beer Historia general del socialismo sobre la historia universal, que se puede afirmar también en nuestro caso “desde hace mucho se siente la necesidad de una historia que no sea la glorificación de las clases dirigentes”. Y trazar esa historia es todo lo que pensé hacer. En segundo lugar, una historia completa solamente podría interesarle a una cantidad reducida de lectores. Por su naturaleza, sería una obra larga, que alejaría a cualquiera que no tenga un interés particular por los estudios históricos. Mi intención fue evitarlo. Quise mostrar en un libro al alcance de todos que también en nuestra historia los héroes y los grandes hechos son construcciones que utilizan las clases dirigentes en su interés, y en cuyo beneficio se escribe la llamada historia oficial. A pesar de la intención de evitar detalles, me extendí un poco más sobre el panorama histórico de las Revoluciones de la Menoridad (1831-1840) y del principio del Segundo Reinado, porque es uno de los hechos de nuestra historia más incomprendidos, lo que no le resta en nada su primordial importancia. Según la mayoría de nuestros historiadores, la Cabanada del Pará (1833-36), la Balaiada del Maranhão (1838-1841) y la Revuelta Praieira de 1848 en Pernambuco –que son las principales revoluciones populares de la época– son hechos de poco significado social, y que solo expresan la explosión de los “bestiales” sentimientos y pasiones de la masa. Esto se afirma, principalmente, sobre las dos primeras. Rocha Pombo, cuando escribía su historia en diez gruesos volúmenes, le dedicó a la Cabanada apenas una simple nota, y a la Balaiada, unas pocas páginas en las que explica los hechos militares, y solo glorifica los hechos del héroe Caxias. Joaquim Nabuco realizó un análisis más serio2 sobre la Revuelta Praieira. Sin embargo, su enfoque fue un de orden personal. Nabuco pretende justificar o, por lo menos, destacar la actuación de su padre, que fue el juez de los rebeldes y su adversario más feroz. Por eso, su análisis contiene fallas importantes, que lo llevan a conclusiones lamentables. En todo caso, se trata de un estudio que se puede llamar “serio”. Al analizar la Revuelta Praieira, y las demás revueltas que mencionamos, Nabuco no las sitúa en la historia brasileña, las muestra como hechos ocasionales y aislados, en lugar de presentarlas como el fruto del desarrollo histórico de la revolución de la Independencia. Y como estas agitaciones son tan importantes para la comprensión de la historia política de la época, creo que vale la pena analizarlas con más detalles. Hay una última observación sobre la división que adopté para la historia brasileña. Dividí la historia colonial en dos periodos: el primero se extiende desde el descubrimiento hasta el final de las guerras holandesas (mediados del siglo XVII); el segundo, de ahí hasta la llegada de D. João VI de Portugal en 1808. El lector encontrará en este texto la justificación sobre esta división. La explicación sobre la revolución de la Independencia es bastante amplia, porque quería cubrir todos los hechos que se relacionan directamente con ella. Desde la llegada de D. João hasta la institución del Imperio (1808-22) es período preparatorio. El siguiente, hasta la revuelta del 7 de abril de 1831, es de transición: todos reconocen que el 7 de abril es un complemento del 7 de septiembre. La Menoridad es la fase de ebullición enContinuar lendo “Capítulo 1 – EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL BRASIL [1933]”

Tradutores y revisores

CRÉDITOS DE LOS TRADUCTORES Y REVISORES Prefacio – Traducción: Mariú Biain y Yuri Martins Fontes [Revisión de la traducción: Mariana Mendonça Meyer y Solange Struwka] Introducción – Traducción: Pablo Carrizalez Nava [Revisión de la traducción: Mariana Mendonça Meyer y Yuri Martins Fontes] Capítulo 1- Traducción: Ailton de Souza Pereira y Carlos dos Santos Fonseca [Revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes] Capítulo 2- Traducción: María Chaumet [Revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes] Capítulo 3- [Traducción: Laura Berchansky, María Chaumet, María Laura Corvalán, Mariú Biain y Yuri Martins Fontes] [Revisión de la traducción: Argus Romero de Morais, Ivan Leichsenring y Yuri Martins Fontes] Capítulo 4- Traducción: María Chaumet [Revisión de la traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes] Capítulo 5- Traducción: Karina Fernandes de Oliveira y Pablo Carrizalez Nava [Revisión de la traducción: Argus Romero de Morais y Yuri Martins Fontes] Capítulo 6- Traducción: Pablo Carrizalez Nava y Yuri Martins Fontes [Revisión de la traducción: Camila Carduz Rocha y Paulo Alves Junior] Capítulo 7- Traducción: María Chaumet [Revisión de la traducción: Argus Romero de Morais y Yuri Martins Fontes] Capítulo 8- Traducción: Fabio Maldonado y Yuri Martins Fontes [Revisión de la traducción: Argus Romero de Morais y Ellen Elsie Nascimento] Capítulo 9- Traducción: Mariana Cerdeira y Yuri Martins Fontes [Revisión de la traducción: Pedro Rocha Curado] Capítulo 10- Traducción: Ivan Leichsenring y Yuri Martins Fontes [Revisión de la traducción: Fabio Maldonado y Pablo Carrizalez Nava] [Revisión final e integral: Laura Berchansky] SOBRE LOS TRADUCTORES Y REVISORES Ailton Teodoro de Souza Pereira es licenciado en Ciencias Sociales y magister en Sociología por la Universidad de San Pablo (USP). Trabaja como profesor de sociología en San Pablo. Argus Romero Abreu de Morais se graduó en Historia en la Universidad Federal de Ceará. Obtuvo su doctorado en Lingüística por la Universidad Federal de Minas Gerais y la Université Paris-Est. Ha realizado un postdoctorado en Discurso y Cognición en la Universidad Estadual del Sudoeste de Bahía, y otro en Representaciones Sociales en la Universidad Federal de S. João del-Rei. Camila Carduz Rocha se graduó en Economía y en Servicio Social por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo. Realizó estudios en traducción e interpretación en la Asociación Alumni. En la actualidad, cursa una maestría en Servicio Social en la Universidad Federal de Río de Janeiro, y trabaja como traductora. Carlos Augusto dos Santos Fonseca es profesor de español como lengua extranjera y licenciado en Letras (Portugués/Español) por la Universidad de San Pablo. En la actualidad, cursa una maestría en Lengua Española en la Universidad de San Pablo. Ellen Elsie es doctoranda en Sociología en la Universidad de San Pablo, y graduada en Ciencias Sociales por la Universidad Federal de Paraíba. Fabio Maldonado es licenciado en Relaciones Internacionales. En 2017, obtuvo su maestría en “Integración de América Latina” en el PROLAM – Universidad de San Pablo. Es miembro del Núcleo Práxis de la USP y del Núcleo de Estudios sobre el Capitalismo Dependiente (NECAD). Ivan M. F. Leichsenring realizó una maestría en Educación en la Facultad de Educación de la Universidad de San Pablo, en 2012. En 2004, obtuvo su título de licenciado en Lingüística y Portugués en la USP. En la actualidad, se desempeña como profesor en el estado de San Pablo, artista plástico y escritor. Karina Fernandes de Oliveira es licenciada en Economía por la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA), y concluyó una maestría en Integración de América Latina en el PROLAM de la USP. Es miembro del Grupo de Estudios de la Teoría de la Dependencia (UNILA). María Laura Corvalán es licenciada en Comunicación Social por la UNR (Universidad Nacional de Rosario), realizó su maestría en danza en la Universidad Federal de Bahía, en Brasil. Es doctoranda en Comunicación Social en la UNR, y profesora de Cultura y Subjetividad en la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UNR. Laura Berchansky es licenciada en Historia por la Universidad Metodista de Piracicaba (San Pablo, Brasil). En la actualidad, trabaja como traductora y profesora de Portugués en Rosario. Mariana Cerdeira es licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Posee estudios sobre desarrollo local, territorial y economía social en el FLACSO, Argentina. Trabaja en el área de políticas culturales, y en la actualidad, coordina el Programa de Formación en Gestión Cultural Pública del Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina. María Chaumet es traductora literaria, técnica y científica de Inglés del Instituto de Educación Superior n.28 Olga Cossettini de Rosario, Argentina. También, posee estudios avanzados de Portugués en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, y tiene experiencia como traductora autónoma en esta lengua. Mariana Mendonça Meyer se graduó en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de San Pablo, donde realiza una investigación sobre Arquitectura y Educación. Es alumna de la Licenciatura en Música de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de San Pablo, y miembro del Núcleo Práxis-USP. Mariú Biain es abogada y especialista en mediación familiar, editora y coordinadora de la Editorial del Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, participa en el Programa de Investigación Estructuras y Estrategias Familiares de Ayer y de Hoy. Pablo José Carrizalez Nava es licenciado en Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, y profesor de Ciencias del Instituto de Energía y Ambiente de la Universidad de San Pablo, donde actualmente realiza su investigación de doctorado sobre energía y desarrollo en América Latina. Paulo Alves Junior es profesor de Historia en la Universidad de la Integración Internacional de la Lusofonía Afro-Brasileña (UNILAB). Es doctor en Sociología por la Universidad Estadual Paulista (UNESP), y tiene maestría y graduación en Historia por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo (PUC-SP). Pedro Rocha F. Curado es profesor de Defensa y Gestión Estratégica Internacional en la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Realizó su doctorado en Economía Política Internacional en la UFRJContinuar lendo “Tradutores y revisores”